Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


La Concordia

01/04/2024

Si se trata de verdadera concordia, me apunto. No hay nada mejor que la concordia, esa que supone respeto, tolerancia, aceptación de la diferencia y disposición al diálogo. Me declaro ferviente partidario de todo eso, simplemente imaginando el ambiente en que se desarrollaría la convivencia social y política en esos términos. El problema que tengo es que hay algunos aspectos de esa propuesta de Ley de Concordia que la Junta de Castilla y León ha presentado en las Cortes que no acabo de entender bien.

Tal iniciativa se anunció hace ya tiempo como una especie de alternativa a la que se ha venido siendo planteada como «memoria histórica» o, más recientemente, como «memoria democrática», alegando que se trataba de una visión sesgada, parcial e ideologizada de ese nuestro conflicto, tan nacional, tan horrendo, que fue la Guerra Civil, incluyendo en el análisis la II República, que la precedió, y la larga Dictadura, que la siguió. Y si este fuera el motivo central de la polémica, yo creo que hay, al menos, un par de constataciones fundamentales para una comprensión objetiva de los hechos históricos y para su aceptación con voluntad constructiva.

La primera, que no se puede poner al mismo nivel un sistema democrático, con todos los defectos, los excesos y las impaciencias radicales que quepa atribuir a la II República, y una sangrienta Dictadura surgida de un golpe militar. La idea de que la Guerra Civil fue una especie de consecuencia comprensible, inevitable y justificable, de la República, o de que la Dictadura fue el resultado natural de la Guerra Civil, no es de recibo.

La segunda, que siendo rigurosamente cierto que, en el contexto del conflicto, las dos partes enfrentadas cometieron atrocidades injustificables, también lo es que ni la duración, ni la intensidad, ni la consideración, son en absoluto equiparables. Para una parte, el recuerdo, el homenaje y la gloria; para la otra, el silencio, el desprecio y el olvido. Todo lo sucedido, y cada vez mejor conocido, en la retaguardia, en la posguerra y luego durante la larga Dictadura, merece, cuando menos, una reflexión crítica.

Así que me apunto a la concordia, pero a una concordia que no resulte incompatible con la memoria, ni con el rigor histórico, ni con la justicia.