Poco a poco, la sociedad occidental se va degradando, cada semana un poco más, de censura en censura, hasta el desastre de la derrota final. Se comenzó con lo políticamente considerado correcto y, de tontería contemporánea en tontería contemporánea, vamos hacia el puritanismo estúpido, donde hay que censurar a Walt Disney o -hablamos de España- ocultar la estadística, porque si afirmas, en público, que las mujeres asesinan a sus hijos en un porcentaje mayor que los hombres -dato cierto, proporcionado incluso por el Ministerio de Justicia- serás un facha casposo, y un caso irredento de incorrección política.
Si un periodista escribe que los atracadores eran de Calatayud, o aragoneses, o madrileños, no hay reproche. Ahora bien, si se informa que los atracadores eran marroquíes, o rumanos, o colombianos, en las redes de internet -donde se refugian los más prestigiosos cobardes para insultar- aparecerán adalides de la igualdad, acusándole de persecución y odio a los emigrantes. Lo penúltimo es la censura de "Hamlet" y "Romeo y Julieta".
Todos los apóstoles de la igualdad, que a lo mejor no han leído, ni han visto representadas ninguna de las obras de Shakespeare, se han convertido, en torquemadas estadounidenses, y dicen que hay que censurar esas obras para que no se escandalicen. "¿Qué es más elevado para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra el piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? Morir..., dormir; no más ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón...!".
Los censores están alarmados de que eso pueda escandalizar a los niños. Lo que nos escandaliza es que un tipo como Donald Trump, presunto delincuente de intentar un pucherazo, manoseador de mujeres al alcance de su mano, pijo de nacimiento, hijo de un especulador de Brooklyn, que siguió la tradición paterna, enriqueciéndose mucho más en Manhattan, pueda volver a ser presidente de Estados Unidos.
Lo que nos escandaliza, a los padres y abuelos de los niños -a los que, desde luego, recomendaremos que lean y vean representado a Shakespeare- es que un cobarde prófugo de la Justicia, esté a punto de determinar quién va a gobernar a los más de 48 millones de españoles, a los que desprecia, porque lo que le hace gracia es lo de "puta España". Eso sí que es indecente, escandaloso y repugnante. Pero puede que, por decirlo y escribirlo, eso me convierta en facha, a juicio de los cobardes de Internet, y de los siervos del sectarismo con nómina.