Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


A un estudiante fallecido

06/05/2024

La noticia es verdaderamente triste; de esas que te dejan helado y conmovido. Un joven estudiante de Periodismo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid falleció repentinamente en el aula de la propia Facultad donde se encontraba. Testigos presenciales han comentado que al incorporarse del asiento se desplomó inconsciente. Los servicios sanitarios reclamados, tras intentar reanimarle, no pudieron hacer otra cosa que confirmar el fallecimiento. La consternación se extendió de manera inmediata por aulas y pasillos y quedó suspendida la actividad académica.

Ese es escueto relato del desgraciado acontecimiento. Se ha comentado también que el joven estudiante podía estar aquejado de brotes de epilepsia y que esa haya podido ser la causa de la fatalidad. La escena es muy fácil de imaginar, aunque no tengo los detalles del suceso: supongo que había asistido a clase en el aula, que la clase había terminado, que se incorporó de su asiento, como ocurre habitualmente al finalizar cada clase. Y ahí acabó todo para él.

Describo la escena en esos términos porque durante más de 40 años de actividad académica como profesor de la Universidad puedo imaginarla con precisión. Terminas la clase y hay un momento de distensión juvenil, alegre y espontánea. En varias ocasiones he tenido la experiencia de saber que algún alumno, o alumna, no regresaría a la clase. Las circunstancias habrán sido distintas a las del caso reciente; un accidente, una enfermedad, algo que no ocurrió allí mismo, en el aula, en tú presencia, porque esa situación no la he vivido. Pero la sensación es la misma: durante días y días le has tenido allí delante, siguiendo tus explicaciones, mirándote atentamente durante la clase; te había hecho preguntas sobre algún asunto de la asignatura, habías cambiado impresiones con él, o ella, tal vez ya conocías su nombre, habías leído sus trabajos prácticos, le habías examinado, y de repente has tenido la noticia de que ya no volvería a sentarse allí. Y le echarás de menos cada día. Tal vez sea esa la experiencia más desgarradora para un profesor.

Se trata, en todo caso, de una persona joven, de un estudiante con el acopio de las ilusiones todavía íntegro; y no le encuentras explicación. No puedes hacer otra cosa que echarle de menos observando cada día el hueco que dejó delante de ti. Y desearle un buen descanso y un mejor recuerdo.