Concluyó la campaña vasca con más de lo mismo: corrección en el trato entre los candidatos, falta de ideas nuevas y más polémica 'en Madrid' por cuestiones como cómo se debe tratar a ETA que en la propia Euskadi, donde he podido comprobar que en general se considera a ETA como una pesadilla inhumana que duró cuarenta años, pero que hace doce que desapareció. Yo diría que, con alguna excepción (el ataque de un energúmeno a Pello Otxandiano), la de Euskadi, como antes la gallega, ha sido una campaña ejemplarmente moderada. Modelo portugués, vamos.
Dicen especialistas en comunicación norteamericanos, como Harold Lasswell, que hoy las noticias de futuro -económico, científico- se sitúan en la parte de atrás de los periódicos, sean de papel o digitales, mientras que la coyuntura, sobre todo si es bronca, es la que ocupa las primeras páginas. Esa coyuntura, que hoy oculta noticias significativas, como el varapalo de la UE a los proyectos sobre pensiones del ministro Escrivá, o la inversión china en la fabricación de automóviles en Barcelona, ha sido la campaña vasca. O la catalana, ya que estamos.
Poco de novedoso sobre el terreno y mucho ruido desde los cenáculos y mentideros, sobre todo madrileños, que insistieron en hablar mucho de ETA y demasiado de Pello Otxandiano, el aún bastante desconocido candidato de Bildu, que, a juzgar por algunos comentarios y tertulias, parecía ser el único candidato en las elecciones vascas de este domingo. Menudo cierre de campaña le hemos hecho entre todos. Bildu ganará o no, lo sabremos en pocas horas, pero también sabremos que no gobernará, salvo sorpresas que en principio hay que descartar, porque el acuerdo entre PNV y PSE está ya más que amarrado. Lo que pasa es que en algunos cenáculos y mentideros capitalinos gustan de especular con lo que difícilmente ocurrirá, porque, si no, ¿de qué vivirían en tales cuevas?
Así que a pensar en el lunes, cuando las urnas vascas quedarán olvidadas y de nuevo la bronca permanente desde Madrid se escuchará en todos los rincones, preparando las muy decisivas elecciones catalanas, que recuperarán todo el protagonismo. Y cuando se pondrán en marcha esas nocivas 'comisiones de investigación' de la corrupción en Congreso y Senado, donde nada se investigará y mucha basura se verterá sobre el conjunto de la clase política, que goza en desprestigiarse a sí misma llamándose, de extremo a extremo, 'mentirosa' y 'corrupta'. Así, ¿cómo vamos a respetarlos, por mucho que se esfuercen en mostrarnos su mejor cara en Galicia o en el País Vasco?
Podrían, podríamos, aprender algo todos, ya digo, del transcurso de las campañas electorales en Galicia, donde difícilmente se escucha una palabra más alta que otra, y Euskadi, donde los candidatos asisten unánimes a los debates, en los que se comportan de una manera muy civilizada. Y no digo constructiva porque aquí hace falta clarificar el panorama 'en Madrid' para empezar el Cambio de verdad en las autonomías.
No; lo constructivo, ya digo, se encuentra en la parte de atrás de los informativos: que la china Chery fabricará, a partir de 2029, 150.000 coches en Barcelona (eso es pensar en futuro: Pedro Sánchez lo percibió y allí estuvo, oportuno, en la foto del acuerdo), que Telefónica ha cumplido cien años (eso es pensar en presente, no en pasado), que Naturgy busca una dimensión mucho mayor (y eso es pensar con conceptos estratégicos)...
Pero claro, eso, a la vista de la broca inmediata que nos viene ¿qué importa? Tenemos, sin duda, un gran país, que trabaja y sabe divertirse. No estoy siempre seguro de este gran país esté gestionado de la mejor manera por los varios poderes que gravitan sobre él. Quizá deberíamos tomar algo más de nota sobre los aires templados en las campañas del País Vasco, o de Galicia. O, ya que estamos, de Portugal, de ese Portugal que, hace cincuenta años, un 25 de abril, hizo la 'revolución de los claveles': puede que el primer ministro luso , Luis Montenegro, que visitó el lunes a Pedro Sánchez en La Moncloa, le haya explicado algo acerca de que la bronca permanente, la confrontación testicular, el duelo a garrotazos, los muros, es algo que siempre acaba mal en política. Y en la vida que hay más allá de la política.