Preocupación. Es la palabra que resume la sensación en el Banco de Alimentos de Soria (Balso) ante la inminente entrada en vigor del nuevo modelo de tarjetas monedero aprobado por el Gobierno para ofrecer productos de alimentación y otros productos básicos de primera necesidad a familias con menores a su cargo en condiciones extremas de vulnerabilidad. El nuevo sistema entrará en vigor el próximo mes de abril y reemplazará las tradicionales entregas de alimentos no perecederos que hasta ahora hacía el Banco de Alimentos al amparo del Fondo Europeo de Ayuda a Desfavorecidos (FEAD).
Hasta ahora, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, a través del Fondo Español de Garantía Agraria O.A. (FEGA), hacía cada año dos compras de alimentos, que se entregaban a los Bancos de Alimentos asociados a Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL) y a la Cruz Roja. Ellos se encargaban de entregar después los alimentos a las organizaciones de reparto autorizadas, que los distribuían de forma periódica a lo largo del año entre las personas más desfavorecidas.
La última entrega del Ministerio al Banco de Soria se hizo en noviembre, y «ya no hay más», asume el presidente del Balso, Óscar Arancón, quien se muestra a la «expectativa» de ver cómo se desarrollar la transición hacia el nuevo modelo de tarjetas monedero cuya gestión asumirá este año excepcionalmente Cruz Roja, según acordó el Consejo de Ministros. Hay expectación pero, también, «mucha preocupación», recalca. Porque a estas alturas aún no se sabe con exactitud «a qué familias va a llegar» y «si va a cubrir a todas las que se atendía hasta ahora con el programa europeo».
Arancón insiste en que, «de momento, no hay certezas de nada», porque el Gobierno no ha concretado «nada más» desde el anuncio que hizo cuando aprobó la medida en enero. No obstante, asume también, «con los parámetros que se barajaron en su día, es previsible que un amplio número de familias de Soria van a quedar en el limbo».
Hay un problema con el número de beneficiados. El Gobierno ha señalado que con el nuevo programa prevé atender -a nivel nacional- a 70.000 familias vulnerables, mientras que los programas anteriores, con el mismo coste, ayudaban a 1.400.000 personas. En Soria, desde el Balso alertan de que «el nuevo sistema podría dejar desprotegidas a entre el 40 y el 60% de la gente que se atendía hasta ahora en la provincia con ese programa». En concreto, el fondo europeo facilitaba alimentos gratuitos no perecederos a entre 900 y 1.000 personas, por lo que podrían quedar sin apoyos entre 400 y 600 personas. Son las familias que, en principio, no cumplen con los criterios que determina la ley, que ha limitado los beneficiarios de estas nuevas tarjetas a familias con uno o más menores y en privación material severa (rentas inferiores a 6.725 euros al año).
La situación «preocupa» porque «desde enero ese colectivo ya está fuera del ámbito del Balso» y, a estas alturas, no hay todavía una alternativa para «canalizar» ese «vacío» y, por tanto, esas familias se quedan sin apoyos y sin 'plan b'.
Inquieta también porque en el Banco de Alimentos son conscientes de que no tiene recursos económicos suficientes en estos momentos para asumir esa situación sobrevenida, que supondría duplicar su capacidad actual de captación de alimentos por otras vías al margen del programa europeo. «Toda esa gente, si viene al Balso, ¿cómo la atendemos?», se cuestiona el presidente, que trabaja ya desde hace un tiempo en abrir nuevos canales que permitan aglutinar y atender a esas personas.
Los números salen rápido echando un vistazo a las cifras del pasado 2023, cuando el Balso atendió a unas 2.200 personas. De estas, entre 900-1.000 corresponden al programa europeo. El resto, unas 1.200, es gente que se atiende directamente desde el Banco de Alimentos, gracias a los alimentos que se consiguen a través de la gran recogida; de las diferentes campañas de captación; de las donaciones de empresas, asociaciones y de particulares; de los fondos obtenidos a través de empresas privadas...
Aunque este año no ha llegado la ayuda de Europa y se nota en las estanterías, lo cierto es que éstas no están vacías porque la ong se ha encargado de asegurar alimentos para sus 1.200 usuarios directos y, además, «con un esfuerzo ímprobo», ha conseguido «recaudar y ahorrar un poco más de lo habitual» para «tener un mínimo» por si llegara esta situación extraordinaria. No obstante, insiste Arancón, «se podría cubrir algo, pero no todo». Y reitera, «con los recursos propios, es imposible». Por ello, pide trabajar en la búsqueda de soluciones antes de que se dé el problema.
menos capacidad de compra. Hay un problema evidente en el colectivo que se puede quedar sin apoyos pero, avisa el presidente, en provincias como Soria puede haber incluso un problema para el propio colectivo beneficiado por el cambio. Hay familias que viven en núcleos rurales pequeños donde hacer uso de la tarjeta puede resultar complicado por falta de establecimientos donde hacer la compra o, incluso, por dificultades para trasladarse hasta los lugares donde estos se localizan, avisa.
Y, en este sentido, surge también un nuevo punto de preocupación, la «merma de la capacidad adquisitiva» que este cambio puede suponer para las familias. Hasta ahora, los alimentos se compraban a los proveedores a través de un procedimiento de licitación pública para determinar la oferta económica más ventajosa. Ahora, comprarán las personas directamente en el supermercado y, por tanto, al precio de mercado. Obviamente, es menos rentable. Pero, además, añade Arancón, «las tarjetas permiten comprar también productos de salud personal, de hogar... Y, si compras eso, quizá ya no hay para alimentos». Cabe recordar que el Balso es la única entidad que entrega alimentos de forma periódica y continua.
¿Fin a las colas del hambre? Este cambio, según defendió el Gobierno, tiene el objetivo de acabar con las denominadas «colas del hambre» y evitar el estigma de la recogida de alimentos. Sin embargo, tampoco esta justificación se termina de entender en las entidades que trabajan con los colectivos más vulnerables ya que «la pobreza sigue existiendo y a un pobre hay que ayudarle». Sea como sea, asumen desde el Balso, estos cambios obligan a reinventarse para dar aliento a quien más lo necesita.