Alemania devuelve el orden a Europa. Una frase sospechosa, pero esta vez solo se trata de fútbol. Una Eurocopa a la vieja usanza, recuperando un formato tradicional después del torneo experimental de 2020 que voló a 2021 por culpa de la pandemia, de país en país (con sus distintas normas Covid), de subsede en subsede hasta la batalla final de Londres. La nación germana lo aglutina todo: decimoséptima edición, 24 equipos, seis grupos, 51 partidos (36 de fase de grupos y 15 de fase final), 10 ciudades y un viaje de un mes (del 14 de junio al 14 de julio) para coronar en el Olímpico de Berlín al nuevo campeón del Viejo Continente.
Italia defiende su corona. Una 'Azzurra' venida a menos que sacó la cabeza en Wembley en un insoportable período sin Mundiales (ni estuvo en Rusia ni en Catar), pero está lejos de ser favorita. Alemania'24 es la gran oportunidad de Inglaterra, que no gana un título oficial desde su Campeonato del Mundo en 1966, y de Francia, que aún tiene la espina clavada de la final de 2016 y comparece rabiosa tras el subcampeonato mundial de 2022.
A partir de ellos dos, se estructura una cita plagada de aspirantes y de trampas. En el segundo peldaño sitúan a la completísima Portugal de Roberto Martínez, a una 'ex-Holanda' (hoy Países Bajos) que siempre promete más de lo que luego cumple, a una Bélgica que va enterrando la mejor generación de su historia sin un trofeo entre las manos, a una España en pleno proceso de regeneración pero siempre competitiva… y a la anfitriona que, después de coleccionar un sinfín de lamentos en los últimos campeonatos, quiere volver a ser la asesina infalible que siempre fue.
De hecho, el obligatorio vistazo atrás en cada gran cita presenta a Alemania y a España favoritas por historia: son las únicas selecciones con tres títulos continentales. Los teutones ganaron como RFA en 1972 y 1980, y la Alemania reunificada la de 1996; los españoles, en 1964, 2008 y 2012. Tras ellos se sitúan Italia (1968 y 2020) y Francia (1984 y 2000), y con un título cierran el palmarés Rusia (campeona en 1960 y sancionada por la UEFA en la actualidad debido a la invasión de Ucrania), República Checa (1976), Países Bajos (1988), Dinamarca (1992), Grecia (2004) y Portugal (2016).
Atascados
Alrededor de la Eurocopa y su anfitriona, hay una paradoja socioeconómica casi más poderosa que el propio juego: Alemania está estancada. Futbolística y financieramente. Su economía sigue languideciendo cuatro años después del estallido de la Covid y el PIB de la tradicional locomotora económica de Europa apenas ha crecido en todo este tiempo. Otros países como Francia, España o Italia han evolucionado tres, cuatro o cinco veces más que en Alemania. Y las perspectivas no son precisamente las mejores de cara a la cita.
La nación germana, de una manera casi propagandística, se agarra a un gran evento para, al menos, intentar eliminar ese manto de pesimismo que lo cubre todo. Los alemanes son pragmáticos, saben que una Eurocopa no soluciona ninguno de los problemas que hoy aprietan e, incluso, ahogan a su país… pero un triunfo sí elevaría el espíritu del país: vuelven los recuerdos colectivos (festivos) del Mundial de 2006 (el que albergaron) o del espectacular triunfo en el de 2014. Es la primera Eurocopa en suelo teutón desde la reunificación… aunque la RFA sí fue sede de la de 1988.
Sin embargo, la actual edición no aguanta una comparación con el Campeonato del Mundo de hace 18 años: aquel tuvo un impulso de 12.000 millones de euros y se crearon 60.000 puestos de trabajo. Hoy, los estadios ya están construidos. Las infraestructuras, sobresalientes. El Instituto Leibniz de Investigación Económica de Halle estima unos ingresos (provenientes de unos 650.000 visitantes) de solo 250 millones de euros.
A pesar de todo, la anfitriona se agarra al fútbol con uñas y dientes. Recuperar el optimismo, en cierta forma, depende del balón. El informe trimestral de la European Travel Commission (ETC) prevé que el turismo alemán experimente un impulso generalizado este verano gracias a la Eurocopa… aunque los Juegos Olímpicos se celebran a apenas 1.000 kilómetros (distancia Berlín-París) unas semanas después.
Ausencias
Detrás de los grandes favoritos, se cuela un puñado de 'outsiders' sin nada que perder y buenas trazas. Bloques como Croacia, eternamente competitiva; una Suiza armada hasta los dientes con mucha experiencia en grandes citas, una Turquía a la que cuesta horrores ganarle... una serie de equipos excelentes (Dinamarca, Austria, Hungría, Escocia, Ucrania…) que quizás no tengan cartel ni de finalistas, pero que tienen capacidad para llevarse por delante a cualquier supuesto favorito en un mal día.
De hecho, muchos de ellos están porque lograron dejar a otros más fuertes por el camino. La ausencia más significativa es la de Erling-Braut Haaland, cabeza visible de una Noruega que cayó en el grupo de España pese a su concurso y el de Martin Odegaard. A ellos se les une Thibaut Courtois (lesionado prácticamente toda la temporada y con una mala relación irreconciliable con su seleccionador, Domenico Tedesco), en el dique seco como Alaba, Gnabry, Frenkie De Jong o los españoles Balde y Gavi, otros ya 'retirados' de su combinado nacional como Hummels (a pesar de su doble 'MVP' en las semifinales de la Liga de Campeones)... y 'sobrantes' por decisión técnica en selecciones brutales como la inglesa: no estarán Reece James, Maddison, Sancho, Rashford o los últimos descartes de Gareth Southgate, Jack Grealish y Harry Maguire.
'Albärt' (un oso de peluche) será la mascota y 'Fussballliebe' («amor por el fútbol») será el balón, el primero con la tecnología 'connected ball' de Adidas empleado en una Eurocopa. Dará su primera vuelta en el partido inaugural, el Alemania-Escocia con el que arranca un mes de pasión: si cinco años fueron demasiado entre 2016 y 2021, merecerá la pena haber esperado esta vez 'solo' tres.