«Tenemos calidad de vida, tranquilidad y aire puro»

D. Núñez
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La familia de Sonia Álvarez pasó de vivir en Badalona a Palazuelo de Órbigo y contó con la ayuda de un centro de desarrollo rural, como otras 157 que se han asentado gracias a su programa contra la despoblación desde 2018

Sonia Álvarez se mudó con su familia a Palazuelo de Órbigo el pasado año.

Ni se acuerdan de la ciudad. Es que no echan nada de menos de ella. Están tan felices ahora que han ganado en salud. Son las conclusiones de Sonia Álvarez y su familia. No solo su marido y sus dos niñas se trasladaron con ella de Badalona a un pueblo a 800 kilómetros, Palazuelo de Órbigo, sino también sus padres y su hermano con su pareja. La vida en la gran ciudad se complicaba cada día. A los atascos y las horas invertidas en aparcar tenían que sumar la inseguridad que se vivía en el barrio donde residían. Y es que incluso su marido, que era camarero, sufrió una agresión. Todo eso, sumado a lo mal que lo pasaron durante la pandemia y que la hija mayor no avanzaba en el colegio, les llevó a pensar en irse a vivir a este pueblo de León. «Peor que en Badalona no nos iba a ir», aseguró. Así que recogieron todo y se plantaron en Palazuelo. 

Ellos ya contaban con una casa en el pueblo, pero con la idea de usarla para la jubilación y para veranear, y es que sus padres son de Quintanilla del Valle. Empezar de cero en un lugar tan pequeño podría ser complicado, pero se han adaptado muy bien. Ella, al apuntarse a una clase de gimnasia, conoció el trabajo del Centro de Desarrollo Rural (CDR) El Villar y allí encontró formación y asesoramiento para buscar trabajo. 

Los dos tienen empleo y sus hijas han mejorado mucho en el colegio. Tienen que llevarlas en coche, pero no hay problemas de tráfico ni de aparcamiento. «Tenemos calidad de vida, tranquilidad y aire puro», asevera Álvarez, que subraya que ahora pueden pasar mucho más tiempo juntos. 

Otro caso es el de María Orube. La posibilidad de tener una majada para las ovejas fue el motivo que la llevó con su familia a mudarse. En su caso, van de un pueblo a otro, pues viven en Villamarín de la Tercia y comenzarán a vivir en Santa María del Rey (León). Pero no es fácil conseguir una vivienda y el CDR El Villar les echó una mano con los contactos para poder situarse en esta zona nueva con su pareja y sus dos niñas de 2 y 3 años. De hecho, ya están matriculadas en el colegio aunque hasta septiembre no podrán entrar sus ovejas en la nave que deja libre un pastor que se jubila y a quien se la van a alquilar. 

Despoblación

Este centro de desarrollo rural es uno de los 24 que forman parte de la confederación de los agrupa, Coceder, y que es una ONG a nivel estatal que tiene como objetivo el desarrollo social del medio rural para evitar que las personas que viven en él queden excluidas. De esta forma, asesoran a nivel laboral y sobre trámites de todo tipo, organizan cursos y tienen incluso ludotecas para los niños. 

Su programa contra la despoblación ha conseguido que en lo que va de año se asienten en Castilla y León 33 familias formadas por 59 personas. Y son diez familias en León, ocho en Ávila y otras tantas en Valladolid, seis en Palencia y una en Zamora. Desde 2018 son 157 las familias que han encontrado su espacio en la Comunidad con la ayuda de estos centros. 

«Tenemos un sabor agridulce»

Tarik llegó con su familia el año pasado a un pueblo de Ávila llamado Casas de la Vega con un proyecto de agricultura que no salió bien. Las entidades que dirigían esta iniciativa, explica, les «abandonaron» cuando la sequía acabó con la cosecha de judías. Venían de Madrid con ganas de cambios, pero tuvieron que buscarse la vida, sin conocer a nadie en la zona porque ya no podían volver a la capital. Y ahí están luchando para sacar adelante a la familia. Se mudaron a Junciana, en la misma provincia. Regenta un bar en esta localidad de poquitos habitantes y tiene miedo de que en invierno no se puedan cubrir los gastos. Pero están contentos con el colegio de los pequeños y el entorno en el que están creciendo sus tres hijos. «Tenemos un sabor agridulce», explica porque también echan de menos el transporte público, que apenas hay en la zona, hospitales y opciones de ocio. En su caso fue el Centro de Desarrollo Rural Almanzor el que les echó una mano. Los niños acuden a su ludoteca e intentan asesorar a la familia con el negocio.