A primera vista, a Pedro Sánchez nada le desgasta. O casi nada. Al menos, es lo que se deduce de una primera lectura de los sondeos que van llegando a las redacciones, comenzando por el del Centro de Investigaciones Sociológicas de este lunes. Ni Koldo&Abalos, ni lo de su mujer, ni los Presupuestos, ni el acuerdo con Esquerra Republicana de Catalunya, ni los viajes de Santos Cerdán para negociar en secreto con al forajido, ni las demandas del novio de Isabel Ayuso, ni la propia Ayuso con sus desplantes, logran hacer que Sánchez descienda de su plataforma de siete millones de votos. Quien sí desciende, en cambio, es su socio, Sumar, aunque tampoco hay un trasvase automático de intención de voto desde las filas de Yolanda Díaz al PSOE.
¿Por què, pese a todo, Sánchez mantiene su suelo electoral?
Primero, yo diría que por los errores estratégicos y tácticos de la derecha, que a veces parece una jaula de grillos. No quiero ahora pasar lista de las equivocaciones y patinazos en el PP ni de las tremendas equivocaciones de Vox, para qué. Segundo, y fundamental, porque Pedro Sánchez es un fuera de serie en algo que genéricamente podríamos llamar resiliencia, pero que también se calificaría de muchas otras maneras: inmunidad a la mala conciencia ante la mentira, escaso respeto a las normas... Quiérase o no, saltarse unas líneas rojas que los demás no se saltan, sin que el árbitro te saque al menos tarjeta amarilla, hace que llegues más lejos que los demás, especialmente si los demás andan un poco cojitrancos y como ausentes.
Hay un nuevo factor que, además del miedo al vacío de la derecha, las veleidades de la diosa Fortuna y lo que los chelis llamarían 'la jeta' presidencial, explica que los socialistas de Sánchez mantengan sus posiciones, quizá no el número uno en el podio, como dice el CIS de Tezanos, pero sí un segundo puesto que, en alianza con otros, le permitiría seguir gobernando, con o sin presupuestos. Me refiero a la desidia de la sociedad civil a la hora de abordar las imprescindibles reformas democráticas que el país necesita para seguir respetándose a sí mismo. Pero ninguna de estas reformas figura como cuestión prioritaria en los sondeos que, para lo que valgan, no solo el CIS nos muestra: la verdad, la moralidad, el sentido común, el idealismo y el patriotismo han dejado de ser valores que se coticen en la Bolsa de nuestra política.
Y otra cosa que sería injusto desconocer: con todos sus enormes defectos, Sánchez no lo hace todo mal. La economía, aunque injustamente distribuida, va bastante bien, digan lo que digan los profetas de la catástrofe; y la imagen de Espasña en el exterior sigue siendo, con permiso de 'The Economist' y, a veces, del 'New York Times', bastante buena. Lo demás es pan y circo: el pan se centra en que España es el país con la mejor gastronomía del mundo, y el circo, qué quiere que le diga: tenemos a Almodóvar, a Broncano y, si no le bastan, las sesiones de control parlamentario. Con estos ingredientes, y si nada ocurre -que, eso sí, muchas cosas pueden ocurrir en el país de las sorpresas-, puede que tengamos Sánchez para rato, y yo habré perdido, ay, muchas cenas en mis apuestas en contrario.