Cualquiera con un mínimo de sensibilidad podría entender que Isabel Ayuso dé plantón a quien ha llamado delincuente a su pareja y la acusa a ella de haberse beneficiado de las prácticas y operaciones financieras de su pareja.
Por otra parte, en el clima de hostilidad manifiesta que existe entre el Gobierno de Sánchez y la presidenta madrileña, con descalificaciones personales y políticas en los dos sentidos, palabras gruesas y puñaladas en las que se sobrepasan todas las líneas de la prudencia, quizá habría sido más inteligente por parte de Isabel Ayuso acudir a la cita de Moncloa y decir a la cara presidencial todo lo que ella piensa de sus componendas con otros partidos. Podría reprocharle sus mentiras, defenderse de las acusaciones contra ella y contra González Amador, y echarle en cara que el gobierno central, con Pedro Sánchez a la cabeza, discrimina a Madrid, y, por tanto, a los madrileños, por su obsesión de hacer daño a la presidenta del gobierno regional.
Discriminación que Ayuso podría utilizar como dardo contra la figura presidencial porque actúa como un político que se siente tan amenazado por una mujer que ha humillado a su partido en Madrid, en declive desde que ella apareció en la escena política, que el propio Sánchez promueve sucesivos cambios en la dirección socialista madrileña y en sus cargos institucionales para ver si encuentra alguien que pueda debilitar a Ayuso.
También podría soltarle Ayuso a Sánchez, frente a frente, que utiliza las artes más bajas para intentar desarmar emocionalmente a la presidenta madrileña atacando a su círculo más cercano, el familiar y el de sus amistades. Con maniobras que, se comprende, han indignado a la presidenta madrileña. El sanchismo no solo ha promovido iniciativas judiciales y campañas de descrédito contra el padre, el hermano y la pareja de Isabel Ayuso, sino incluso contra una figura prestigiosa del panorama cultura español, Nacho Cano, condecorado por el gobierno madrileño y que se ha convertido en amigo de la presidenta.
La Justicia ha archivado denuncias, y la agencia tributaria sigue con el proceso de investigación abierto a su novio; pero desde Moncloa se sigue mencionando a los familiares como si fueran culpables de corrupción, y se considera delincuente confeso a González Amador sin tener en consideración que cualquier español que quiera negociar con la agencia tributaria está obligado a reconocer previamente que ha intentado ocultar sus ingresos reales para defraudar al fisco.
Es comprensible que Isabel Ayuso haya anunciado que no acudirá a la reunión del viernes con Pedro Sánchez. Pero se equivoca. Porque da muestras de debilidad, porque una líder tiene que aprovechar la ocasión de plantarse ante su adversario para soltarle lo que piensa … y para demostrar al mundo que, a pesar del trato brutal que recibe de Sánchez -al que ella responde con trato igualmente brutal al presidente- no le tiene miedo. Al contrario, es capaz de acudir a Moncloa y mencionarle, una a una, todas las decisiones que considera despreciables.