El último de los hornos alfareros

A.P.L.
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El proyecto Cerámica Almazán avanza documentando el lugar de trabajo del ceramista Severiano Muñoz Varas a principios del siglo XX

El último de los hornos alfareros - Foto: E.G.M

El proyecto cultural 'Cerámica Almazán' excava estos días lo que fue el último horno de cerámica tradicional de la localidad, el de Severiano Muñoz Varas, el tío Cacharrero. «El objetivo principal es documentarlo arqueológica, etnográfica e históricamente, viendo que estaba prácticamente en peligro de desaparición», explica el arquéologo del proyecto, Pedro Cruz.

Este alfarero por tradición familiar (según las consultas documentales), que nació en 1899 y que estuvo trabajando hasta que falleció en 1964, con 65 años, coincidió con otros profesionales que siguieron la tradición alfarera de la villa de Almazán que cobró especial auge en el siglo XVIII, con los hornos de la Puerta del Mercado como principal representación. La estructura que se estudia ahora se encuentra en una propiedad privada, en la zona de la estación de autobuses, y fue el último horno en el que se produjeron piezas de uso cotidiano en la zona, coincidiendo con los de Tajueco y Quintana Redonda. «El horno se levantó en una zona en la que desde el siglo XVII había tradición, concretamente, en el entorno del Convento de la Merced, en la zona del Henchidero, donde existe una tradición», relata. Una de las hipótesis que se barajan es que esta pieza posiblemente se levante sobre un horno anterior del siglo XVIII, «por la tipología, por la cimentación...». 

Para saberlo a ciencia cierta tendrían que desmontar la estructura, algo que no se contempla, por el momento. «Lo prioritario era documentarlo y recoger los restos del testar», argumenta el arqueólogo, pero después de comprobar la «entidad» sí que se baraja la conservación, que depende de los propietarios del terreno y las instituciones. Desearían que se cubriera con una estructura sencilla para que se pudiera contemplar, «porque es un bien del pueblo». Además, la gente que ya lo ha podido visitar, porque han abierto la excavación al público, destacan que es una construcción curiosa de las que ya no se conservan.

Seguramente, este horno se construyó en el siglo XIXy Severiano lo hereró de su padre, Severiano Muñoz Escolano. Tiene la misma tipología que los hornos de la Puerta del Mercado, es una estructura cuadrada, con la cámara de cocción en la parte inferior y la parrila, en la superior. «Es un horno de tiro vertical y, posiblemente, abierto; aunque los elementos que se cocían se tapaban con cascotes. Es una tipología habitual en los hornos tradicionales», añade Pedro Cruz.

elaboración de piezas. El obrador de este alfadero estaba separado unos diez metros de la casa y exento. Se trata de un horno abovedado de tiro vertical, una construcción cuadrada (4x4m.), según contempla El Día de Soria en la visita a la excavación. Tiene dos partes diferenciadas: la parte de abajo, con la cámara de combustión, donde se echaba la leña para obtener los 1.200 grados para cocer la cerámica; y la parte superior, con la parrilla para colocar las piezas, en torno a la pared, que se llama laboratorio. Los elementos se cubrían con cascotes, para hacer una especie de bóveda y que no se fuera el calor, y ahí se cocía. La clave es saber lograr obtener la temperatura y cuándo estaban cocidas las piezas, por eso muchas de ellas estaban mal cocidas o se habían pasado de cocción y quemado, por lo que se desechaban. 

En cuanto a los materiales, está hecho de tapial y adobe, con partes de ladrillo macizo y ladrillo hueco, porque se reparaba de vez en cuando. También hay un muro de mampostería de ladrillo y guijarros de río en la cimentación. «Como alcanzaba tanta temperatura necesitaba tener la cámara de cocción reforzada para evitar que reventase por el calor», por lo que es una construcción sólida pero el horno en sí es de pequeñas dimensiones, más que los hornos de la Puerta del Mercado. 

Severiano elaboró una gran cantidad de cerámica «que aparece por todas las casas de Almazán» y vendía en lugares como la plaza de Herradores o la romería de Inodejo. La cerámica tradicional no se firmaba, pero sus piezas son «muy reconocibles». El alfarero elaboraba ollas pequeñas, cuenquitos que la gente usaba en las fiestas para beber vino, cazuelas, platos, fuentes características con tres asas... El barro lo cogía en una charca junto a la antigua carretera de Medinaceli y lo cargaba en mulas. En su taller, torneaba las piezas, las secaba y en la calle y las cocía bañadas en un óxido de plomo.

Se ha recuperado el testar, la parte en la que se tiraban las piezas defectuosas. «Hemos hallado 300 elementos producidos aquí y gracias a ello tenemos un corpus de lo que hacía Severiano. Ahora ya sabemos exactamente el tipo de producción, que es muy importante para distinguirlo de otros alfares no tan conocidos», indica el experto. En las inmediaciones había una noria de 1929 y con un pozo, que también se ha documentado. Como elemento etnográfico importante que es, se ha limpiado de vegetación. 

apoyos. El arqueólogo agradece a los pripietarios del terreno la disposición para poder documentar esta pieza tan relevante de la industria ceramista de Almazán, por ser precisamente la última. Además de la gente que ha acudido a ayudar a los impulsores del proyecto, entre los que se encuentran también Ángel Martín, uno de los grandes impulsores, y José Ángel Márquez, cronista de Almazán, Pedro Cruz destaca el apoyo de la Fundación Pedro Navalpotro y de los colegios e institutos de la localidad que elaboraron piezas de cerámica para vender en la última Feria de Muestras. Se suman empresas como Santisa y Soria Consultores, entre otras. «La financiación privada ha permitido llevar a cabo este proyecto, porque si no hubiera sido inviable», subraya el arqueólogo, que lleva más de 20 años estudiando la cerámica de Almazán, ha escrito un libro y ahora se centra en piezas que se hallan en los museos de Burgos, Guadalajara y León. Igualmente, estudia los alfares con el equipo de excavación de la Puerta del Mercado de la muralla.

Pedro Cruz cataloga y recupera las piezas que le llegan y que descubre y que aparecen, sobre todo, en osarios. Gracias a sus conocimientos y su interés, se integró en Cerámica Almazán, que tiene en mente muchas otras iniciativas. Una de ellas es la creación de un Museo de la Cerámica de Almazán, además de una exposición y la publicación de un libro cuando se prepare la memoria de los resultados de esta excavación en el último de los hornos alfareros. Para ello, tendrán que trabajar con el ayuntamiento y buscar financiación.

Los hornos de la Puerta del Mercado se excavaron y en uno se ha instalado un tejadillo para hacerlos visitables, por lo que para ésta último elemento el ayuntamiento pretende hacer lo mismo, con una construcción sencilla para evitar que el agua estropee el tapial y el adobe. «Es un valor más para Almazán», destacan desde el proyecto cultural, y atrae a gente de Aragón y Cataluña especialistas de cerámica, lo que repercute en la economía local. «Que no quede solo en el conocimiento científico y que trascienda la arqueología y el pueblo se pueda beneficiar», apuntan desde Cerámica Almazán.