La tarde de ayer, primer paso de la ley de amnistía en el congreso, que se preveía apocalíptica, pasó sin pena ni gloria. Grandes frases altisonantes "la sesión más triste desde el 23F". Un ausente inexplicable, el presidente del Gobierno, quien consideró prioritaria su entrevista con el Rey de Jordania antes que defender una ley que divide a la sociedad. Y un portavoz socialista que tuvo que desmentirse a sí mismo defendiendo que la amnistía no es más que una apuesta por restablecer la convivencia en Cataluña.
Lo más llamativo, entre el griterío y las frases gruesas, fue el enfrentamiento de los socios de la derecha que gobiernan en coalición en tantas autonomías. Abascal, después de recordar que la Constitución agoniza y con ella el Estado de Derecho (muchos españoles no teníamos constancia de ese entusiasmo democrático y constitucional del líder de la extrema derecha), se empleó a fondo en vilipendiar al PP acusándoles de marrulleros.
La votación pasó, pero la amnistía se queda en el Congreso donde deberá seguir todos los trámites parlamentarios. Es ahí donde el PP deberá implicarse a fondo para lograr retrasar su entrada en vigor, además de recurrir al Constitucional.
La sensación de un hemiciclo convertido en un ring de boxeo contribuye a desdibujar el drama de la inconsistencia de la gestión pública. La amnistía, como gran tragedia nacional, parece que pierde fuelle pese a que, según las encuestas, una gran parte del electorado de Sánchez no volvería a darle su voto.
Tal vez por eso colocó en su agenda, por delante de todo, la presentación de su nueva hagiografía que firma sin rubor. En su búsqueda de recuperar la aprobación del "pueblo", seleccionó como acompañante a un Jorge Javier Vazquez de amplio tirón televisivo. La autora de "su" libro, Irene Lozano, no estaba sobre el escenario, tal vez avergonzada por el deplorable espectáculo de dos vanidosos riéndose las gracias.
Hizo bien el ex presentador de "Sálvame" en aprovechar la invitación ahora que ha terminado su contrato en Telecinco, esto puede abrirle las puertas de RTVE.
Siempre es más fácil defender la amnistía en el Ateneo y con un público entregado (más de medio Gobierno en primera fila aplaudiendo) que en el hemiciclo. No resulta grato oír a Rufián asegurar que: "hace cuatro años una medida así era imposible. Ay, amigo, ¿qué pasará de aquí a cuatro años?".
Tanto Junts como ERC se volvieron a pelear por la autoría de la ley de amnistía y el siguiente reto, supuestamente el referéndum. A lo mejor Sánchez ya sabe cómo ir dándoles largas y por eso se ríe tanto. Debería explicarlo, si es que puede.