Aprovecha Pedro Sánchez que el PP no atraviesa su mejor momento para potenciar su campaña electoral.
Aprovecha Pedro Sánchez que Feijóo debe estar dando vueltas a las consecuencias de los pactos con Vox, que necesitan revisión urgente porque la talibanada de ese partido se ha hecho con el control. Han abducido incluso a Abascal, que era un hombre sensato dentro de su conservadurismo, absolutamente respetable. Que se ande con ojo, porque ya es frecuente encontrar a votantes de Vox que confiesan que no les gusta la soberbia con que negocian con el PP los cargos ejecutivos, que parece ser lo único que les importa.
Estábamos en que esta situación la aprovecha Sánchez para potenciar su imagen superstar, con visitas a los programas de más audiencia, a ver si así araña votos para no sufrir una derrota el 23-J. Nada que objetar a ese alarde de entrevistas, son habituales en todas las elecciones y en todos los candidatos, pero lo que caracteriza al presidente de gobierno en esta peripecia es su empeño en aparecer como un hombre de trayectoria impoluta, que insiste mucho en que no miente sino que cambia de criterio. Mejor que deje de mencionar ese asunto, porque cuanto más lo explique más se nota que son conceptos completamente distintos. También insiste en presentarse como víctima de todos males de la España actual, con poderes fácticos que se han puesto de acuerdo para proceder a su demolición.
Entre sus enemigos más implacables, según el presidente, se encuentran los grandes empresarios y, más aún que ellos, los medios de comunicación que, desde la derecha, conspiran contra él, su gobierno y su partido. Dijo a Évole que había cometido el error de no advertir la estrategia "trumpista" de la derecha mediática y el veneno que transmitía a la sociedad.
Nunca, desde que se convirtió en figura pública, Sánchez ha hecho la mínima autocrítica. Ni siquiera cuando su propio ejecutivo lo descabezó de la secretaría general. Al recuperar el cargo, limpiamente, a través de unas primarias, lo primero que hizo fue cambiar los estatutos para que la ejecutiva ya no pudiera cesar a su máximo dirigente. No debía estar muy seguro de que los suyos aprobaran en el futuro su metodología, su forma de hacer las cosas.
Es impensable que un jefe de gobierno denuncie estrategias de medios de comunicación para desprestigiarle, a no ser que conozca bien cómo funcionan ese tipo de operaciones. Porque las conoce: no solo ha colocado a afines en las instituciones del Estado sino que ha conquistado al más importante grupo de comunicación, Prisa, con una operación económica-especulativa que provocó escándalo. Pero le garantizaba el apoyo incuestionable del que era -era- el periódico más influyente del país.
Cuanto más alargue su recorrido por los programas de más audiencia más evidenciará Pedro Sánchez sus carencias y sus debilidades. Los españoles saben discernir entre lo verdadero y lo falso, entre la sinceridad y la impostura. Y actúan en consecuencia.