Alfredo Vallejo

Alfredo Vallejo


La Navidad y el exceso

24/12/2023

La fiesta siempre es exceso; sin exceso no hay fiesta. No en balde las fiestas surgieron  cuando surgió el hombre. Y los humanos somos  especialmente menesterosos.  

 Los hombres necesitan la fiesta como el agua de mayo; sin fiesta lo humano se marchita, lo sagrado desaparece y la luz es oscura.  

   

Las navidades son "la fiesta cumbre"; tal vez por eso los excesos en navidad siempre se han producido desde siempre, incluso desde los tiempos ancestrales anteriores al cristianismo. Ya en el solsticio de invierno los romanos celebraban las Saturnalias, fiesta en honor de Saturno, tiempo de exceso social, culinario y bebitoque. 

  Muy pronto el cristianismo quiso "poner cercas al campo" y sustituir aquel exceso pagano por un tiempo de ternura y sencillez, el nacimiento de Dios en un pesebre idílico y  humilde, con un burrito y una vaca, con la Virgen y un santo de lo más sencillo, San José. Con pastores cantando, con ángeles y presagios. 

Y no lo consiguió en absoluto; hoy seguimos celebrando la navidad montados en la locura del exceso excesivo. La fiesta siempre ha sido más poderosa que los dioses; porque el exceso es  la base de lo humano. Sin exceso no hay hombre. 

   Pero el asunto no es tan simple; ¿qué empieza más allá del exceso?  Tal vez la liberación del tedio, del aburrimiento existencial, de una cotidianidad que nos aplasta, de una desacralización mostrenca que nos ha convertido en náufragos de río pequeño. 

  ¿Más allá de este exceso excesivo de nuestras navidades no aflora, como en silencio, como amaneciendo muy despacio, el sentir la necesidad de ternura, de sacralidad, de que no sólo de pan vive el hombre? 

ARCHIVADO EN: Navidad, Cristianismo