Lampedusa ha dicho basta. Ylo ha hecho con indignación. A esta pequeña isla italiana de apenas 6.000 habitantes llegaron por mar en la última semana más de 10.000 inmigrantes, en su mayoría subsaharianos. La oleada desbordó como un tsunami todo el sistema de atención a los refugiados.
Los ánimos están muy caldeados entre sus vecinos, que se ven «invadidos» por el constante flujo migratorio desde la cercana África, al otro lado del Mediterráneo. Y, aunque muchos siguen creyendo en la solidaridad, el sentimiento generalizado es de abandono por parte de su Gobierno y también de la Unión Europea. «Ya no son bienvenidos. Lampedusa debe ser libre. ¡Queremos vivir del turismo y de la pesca, nada más!», clamó su teniente alcalde, Attilio Lucia, dejando evidente el enfado actual de todos los isleños.
Esta remota isla es el enclave italiano más meridional, de hecho está más cerca del litoral tunecino que del siciliano, y por eso se encuentra más expuesta a un flujo migratorio que cada estío suele acrecentarse por las mejores condiciones del mar. Pero este año la situación ha sido diferente. Basta pensar que la pasada semana, en solo tres días recibió esos más de 10.000 inmigrantes que saturaron su precario y único centro de acogida, con capacidad para unos 400.
Las cifras hablan por sí solas: en lo que va de año han desembarcado en Italia 132.279 personas, el doble que el mismo periodo del 2022 (68.420) y el triple que en 2021 (43.372), según datos del Ministerio del Interior
Una situación récord que ha empañado, si no amargado, el primer verano de la ultraderechista Giorgia Meloni en el Gobierno.
Su ministro del Interior, Matteo Piantedosi, achaca este fenómeno a la inflación en numerosos países africanos, a la persistencia de conflictos y a la perenne crisis económica del continente.
La céntrica Plaza de la Libertad es el termómetro perfecto de esta tensión. Frente al Ayuntamiento, los vecinos han colgado cuatro pancartas en las que se lee «UE y Roma ausentes», «Basta muertos en el mar, deténganlo» y «¡Cauces regulares de entrada inmediatamente!». Quieren, en definitiva, que las llegadas de solicitantes de asilo sean reguladas y que no recaigan únicamente en Lampedusa.
Denuncia ciudadana
En plena calle, unos 200 vecinos se reúnen en asamblea para tratar el tema. «Lo que nos enfada es que ya no podamos vivir tranquilos», espeta Domenico, sentado junto a algunos jubilados bajo el cartel de la Vía Roma, dedicada a la capital que según ellos los ignora.
La concentración ha atraído también a Salvatore, irritado por el caos de los últimos días: «Hace solo una semana estaban todos (inmigrantes) por la calle, era una invasión», asegura, mientras a su lado pasa un camión cargado con una enorme barcaza abandonada. «Nosotros siempre les hemos ayudado, dándoles mantas o víveres, pero ya estamos cansados. Necesitamos tranquilidad», se desahoga.
En la plaza cada cual lanza su denuncia, como los pescadores que cada día tienen que reparar sus redes rotas por los restos de barcos que yacen en el fondo del mar.
Y tampoco se escatiman críticas a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen, que el pasado domingo visitó la isla para anunciar un plan de acción europeo en el que casi nadie cree.
Por otro lado, un rumor ha aumentado la indignación. Circula que el Gobierno quiere abrir un campamento en una zona rocosa para acoger a miles de inmigrantes. Nadie lo ha confirmado, pero en la asamblea, el líder del Movimiento Pelagie Mediterranee, Giacomo Sferlazzo, jura micrófono en mano que se han visto camiones del Ejército cargados con tiendas. «Y nadie lo ha desmentido», apunta.