Los centrocampistas, hasta hace un puñado de años mal contados, eran 'bultos sospechosos' ubicados entre «los que defienden» y «los que atacan». Con el 'neofútbol' y sus nuevas nomenclaturas, aprendimos a apreciarlos. Y hoy son las piezas fundamentales para explicar la identidad de un equipo, las intenciones de un entrenador y la forma en que se juegan los partidos. En este Real Madrid de autor, si Toni Kroos es el que da sentido a todo, Federico Santiago Valverde es el que todo lo sujeta.
No es el más mediático de los medios. Modric es el genio del Balón de Oro que costó 35 millones, Kroos el 'cartógrafo' infalible de los 30 millones, Camavinga (30) y Tchouaméni (80) conforman esa exótica conexión francesa que ha conquistado el corazón juvenil a través de las redes sociales y Jude Bellingham (105) es la sensación del curso. Incluso las páginas del curso han dedicado más párrafos a Brahim (17) o a Arda Güler (20)… pero Valverde solo costó cinco millones. Y en un mundo de apariencias como el fútbol, ser un producto 'de lujo' aporta un glamour que el chico no tiene: es 'charrúa', luchador, humilde y se aleja del balcón donde otros se asoman para salir en la foto. Él juega a fútbol. Y, como lo hace de maravilla, se ha convertido en la piedra angular, la silenciosa, del proyecto de Ancelotti.
Esos cinco millones eran una moneda al aire en 2015, cuando el chico tenía 17 años y derribaba las puertas formativas de Peñarol (sin haber debutado aún con el primer equipo). Pero el bloque merengue quiso anticiparse a todos por si sonaba 'la flauta': el joven Federico ya había visitado en enero las instalaciones del Arsenal y tenía una oferta formal (3,4 millones) de los 'gunners', el Chelsea y el Barça habían entrado en una puja por llevárselo… Pero los blancos 'asaltaron' el hotel del chaval durante el transcurso del Sudamericano sub'17: el 12 de mayo pasó una revisión médica en Madrid y 10 días después se confirmaba el acuerdo.
Poco a poco
Le costó entrar en casi todos los planes de todos los entrenadores. Solari no le dio galones de titular en el Castilla hasta bien entrada la temporada; tampoco en los de Mel, Cristóbal o Seedorf, los tres técnicos del Deportivo de la Coruña en la 17/18, la del descenso, en la que Valverde jugó apenas 1.227 minutos; ni encontró sitio el año siguiente con Lopetegui, Solari y Zidane (655 minutos en Liga).
Fue el preparador francés, en la 19/20, el que empezó a explotar su físico y polivalencia: el centrocampista, que había llegado a jugar de defensa en Peñarol, de repente era atacante diestro. O interior. O 'falso' mediapunta. Aprendió a corregir errores ajenos y a minimizar los propios, fue consciente de su disparo (llegó hasta los 12 goles en la pasada 22/23) y convenció a todos sus técnicos, sobre todo a Ancelotti, de que era algo parecido a la correa de distribución del equipo: una pieza barata que puedes adquirir por 35-40 euros… pero que, si se rompe, el motor puede quedar destrozado.
El pasado martes marcaba un golazo que suponía el 3-3 ante el Manchester City. No es su curso más prolífico en la ofensiva (suponía el segundo tanto de toda la temporada), pero el entrenador italiano ha reservado otro papel para el 'Pajarito' de Montevideo: para que Carvajal sea uno de los laterales más ofensivos, para que Bellingham pueda desplegarse en ataque con tanta soltura o para que Rodrygo (o quien ocupe el carril derecho) pueda liberarse para crear, Valverde despliega todo su arsenal físico. Como el diafragma sujeta los pulmones, el '15' blanco abarca mucho campo para sostener la idea con la que el Real Madrid quiere otro doblete Liga-Champions.