El talento de Ridley Scott va parejo a su falta de interés por los detalles históricos. Esta diminuta lacra la justifica por las peculiaridades específicas del discurso cinematográfico. Tras haber dirigido obras maestras el siglo pasado, es imposible ser duro con él. Me recuerda a un personaje que en el 2.014 dijo que la realidad es más importante que una idea, lo cual era un ataque directo a la exigencia moral del código más básico (aunque dijo que eso, no era relativismo). Según el cariño que se tenga al personaje, se asemeja más a la debilidad al disculpar los comentarios y observaciones que ciertos sujetos puedan decir; un seguidor de Trump o Biden reducirá a la insignificancia errores de bulto de sus ídolos.

En Occidente, hasta el observador más cándido detecta que algo no va en la dirección correcta. Empezamos mal cuando no estamos de acuerdo sobre qué escenario final ambicionamos, porque es inevitable que los remedios produzcan un rechazo absoluto. Esta mutua incomprensión genera crispación y daña la convivencia.

Curiosamente, en lo único que ambas cosmologías están de acuerdo es en la necesidad de liderazgos fuertes, directos y claros. El aprecio por la libertad individual es nulo en los dos sectores, porque unos piensan que fue esa libertad la que nos ha llevado donde estamos y los otros creen que las reglas son limitaciones en la construcción de un mundo mejor.

Ni el más compulsivo lector de El señor de los anillos, puede idealizar una sociedad anterior a la revolución industrial. Pese a los errores y excesos cometidos, al ser humano le ha merecido la pena, porque somos más, vivimos más y con mejor salud; considerarnos que una especie invasiva significa no comprender nuestra dignidad intrínseca.

Con los años, uno agradece que la familia no te consulte las decisiones que cada individuo toma. Se han cometido los suficientes errores para evitar incrementar la lista. Esta humildad adquirida con la edad es el mayor regalo que puedes hacer a los tuyos, porque es patético observar a mayores tan pagados de sí mismos que no se bajan del burro.

Hay diferentes teorías económicas que recomiendan la pluralidad de agentes productivos; interesante pero insuficiente. Cuando criticamos las dictaduras estamos rechazando la concentración de poder. La ley y los reglamentos pueden ser una expresión de libertad o instrumento de opresión, solo depende de cómo fueron creadas. Un dictador se mira al espejo, le gusta su voz y no tolera la disidencia.