Habían pasado 11 meses y un día cuando el pasado domingo Gavi volvió a pisar, vestido de corto y en un partido de LaLiga, el césped de Montjuïc. Atrás quedaban los gritos de dolor en el José Zorrilla, enfundando en la zamarra de la selección, una larga rehabilitación, el mal sabor de boca de no poder ayudar a su equipo en un complicado tramo final, la ilusión de ver a sus compañeros levantar una Eurocopa de la que él hubiera formado parte y los últimos entrenamientos, completados con la motivación del que va dibujando en su cabeza un regreso soñado.
Y este no pudo ser mejor. Con el Barcelona goleando al Sevilla, en casa, ante su gente, que le ovacionó nada más salir a la banda a calentar. Todos estaban deseosos de ver su pasión y calidad sobre el verde y no se quedaron con las ganas. Pedri fue el que le dejó su sitio y su brazalete, en una imagen con sabor a nostalgia, con ambos portando los dorsales '8' y '6', como echándose encima la presión de saberse comparados con Xavi Hernández y Andrés Iniesta.
El andaluz saltó al campo y no tardó ni un minuto en empezar a gastar su energía, presionando y mordiendo a un rival que durante más de una hora había sido zarandeado por un equipo que no conoce la saciedad en este inicio de temporada.
Gavi es la guinda al estado de felicidad que se ha instalado en el combinado azulgrana desde que Hansi Flick fichó por el equipo. «Estamos contentos por el regreso de Gavi. Me puso la piel de gallina el ambiente del estadio», reconoció el alemán tras el duelo frente a los hispalenses antes de afrontar el tramo más exigente desde su aterrizaje en Montjuïc, con dos partidos de nivel ante el Bayern de Múnich y el Real Madrid.