El Barça terminó el partido con siete futbolistas por debajo de 22 años y Hansi Flick contrariado en la banda por haber encajado un gol y porque sus futbolistas, ya con 5-1 en el marcador, ejecutaron mal una presión. «El Barça vive para atacar» es la frase de moda, matizada por algunos estudiosos como «el Barça vive para defender… en campo contrario». Para eso tiene que haber mucho trabajo físico. Mucha ilusión. Mucha hambre. Mucha concentración. Mucha coordinación. Y la consecuencia directa de recuperar pelotas cerca del arco ajeno es que no dejas de atacar. No hay una cosa sin la otra. No existen dos balones: uno para los atacantes del Barça y otro para el resto de jugadores. Solo hay uno y Flick lo quiere siempre y lo quiere ya. Su equipo marca más goles que nadie en Europa, recupera más pelotas que nadie en el primer tercio de construcción del rival… y, un detalle diferencial, deja a los oponentes en fuera de juego 38 veces más que el siguiente en las cinco grandes Ligas. Nadie sabe cómo terminará todo esto, pero que ha empezado con el Barcelona más divertido en muchos años es innegable.
Burócrata
En una analogía imposible, si decimos que el Barça gana porque lo quiere y lo busca, podríamos decir que el Real Madrid lo hace sin querer y a pesar de no buscarlo. Al fin y al cabo, si tienes a los mejores del mundo es precisamente para ser infalible incluso en tardes donde eres objetivamente peor que tu rival (le pasó en San Sebastián hace dos jornadas, le pasó en Vigo el pasado sábado y le seguirá pasando). Mbappé marcó un golazo, Modric vio una diagonal que solo había visto Vinícius y Courtois sacó tres goles. Punto. De una forma bastante fácil de describir, el Madrid es un burócrata: vence porque debe hacerlo, pero de momento no brilla. Ancelotti todavía no ha sonreído en lo que va de curso. Igual lo hace el próximo sábado, porque en un clásico (y más en casa) todo puede cambiar, pero los duelos del equipo son una moneda al aire que siempre caen cara por la inercia que otorga la pegada.