Esta oda de Flick al riesgo es así: ves a Koundé, Cubarsí, Iñigo y Balde defendiendo a lo largo de la línea del centro del campo como los hermanos Bordini caminaban sobre la cuerda floja entre edificios. Hay algo extrañamente bello en ese ejercicio de funambulismo casi suicida de la línea de cuatro azulgrana; algo adictivo en la forma en que dejan metros y metros a sus espaldas, con el 99 por ciento de la crítica pendiente de un pase al hueco (inmenso, un agujero negro) que dé al traste con un plan eminente y exclusivamente ofensivo. «Supongo que si metemos seis, tendrá que dar igual que nos hagan cinco», pensará alguien como Iñigo Martínez, que a sus 33 años y 14 de carrera nunca había tenido tanto metro cuadrado por defender detrás de sí.
Pero esa extraña sensación, como asomarse a una buena película de terror y pasarlo bien y mal al mismo tiempo, tiene esta semana la 'prueba del Miura': una vieja leyenda urbana de un pueblo navarro, donde un 'mozo' recortaba a vacas y alardeaba de ello. «No harías lo mismo si tuvieras delante a un Miura...», le dijeron. Y el hombre se apuntó a un concurso de recortadores de toros (ignoro si eran 'Miuras'), y en su primera tentativa le cornearon el muslo y le partieron tres costillas. No es lo mismo, no, dejarle metros libres a Gnabry, Olise, Coman, Mbappé o Vinícius que, con todo el respeto del mundo, a los delanteros de Sevilla, Valladolid o Villarreal, por citar tres goleadas azulgrana de esta temporada. Teniendo en cuenta, además, que hay al menos ocho equipos de LaLiga con menos o los mismos tantos encajados (nueve) que el equipo de Flick. Esta semana de Bayern y Real Madrid, el sistema se pone a prueba: el Barça seguirá siendo un equipo divertido (el que más de esta Liga), pero habrá que ver si el estilo es válido contra dos de los toros más bravos del mundo.