Si hay un animal emblemático de la fauna ibérica, ese es el lobo. Amado y odiado a partes iguales entre quienes defienden su preservación especial y aquellos que sufren las consecuencias de sus ataques al ganado. Ahora, un proyecto pionero de la Junta de Castilla y León pretende seguir los pasos de esta mítica especie para saber un poco más sobre su hábitat, su forma de comportamiento y su entorno geográfico.
Para ello, la Consejería de Medio Ambiente ha puesto en marcha una iniciativa con el objetivo de instalar a 11 lobos collares de seguimiento GPS que permitan conocer cómo es su día a día y también, en el futuro, prevenir ataques sobre la ganadería.
Con este fin, un equipo de técnicos sigue el rastro desde hace cuatro meses a este mamífero, uno de los más habituales en los campos y montes de Castilla y León, donde habita hasta el 60 por ciento de estos animales de todo el país, con el objetivo de localizarlos y conocerlos en profundidad.
El propósito de este estudio es analizar sus rutinas y así ayudar a prevenir los ataques a las ganaderías, más de 10.000 en cuatro años solo en esta región, donde se quieren invertir casi cuatro millones de euros en medidas preventivas en los próximos dos ejercicios.
Los técnicos inmovilizan al animal para estudiar la sanidad de la especie. / EFE
«Estamos trampeando en zonas prioritarias para la prevención de daños a la ganadería», explica el jefe de Espacios Naturales de la Junta de Castilla y León, David Cubero.
Precisamente, esta comunidad no es la única que ha optado por poner sistemas GPS para hacer un seguimiento al lobo al igual que se hace con otras especies amenazas, como el oso, el águila imperial o el lince. También han puesto en marcha programas de radiomarcaje de lobos en Asturias, La Rioja y Castilla-La Mancha. En el caso asturiano el proyecto se articula desde 2017 con un convenio con la Universidad de Oviedo, que ha permitido marcar con collares más de una veintena de ejemplares, aunque organizaciones ecologistas han cuestionado la iniciativa por apreciar «oscurantismo» y daños sobre los animales.
En La Rioja y Castilla-La Mancha, los Gobiernos colaboran con el Ministerio para la Transición Ecológica, que es el encargado de colocar los dispositivos GPS.
La intención de Castilla y León es llegar a 20 lobos radiomarcados al año y en esta primera fase se han instalado ya 11: cinco en la provincia de León, tres en Salamanca, dos en Palencia y uno en Zamora, mientras que desde abril hasta agosto cesará la actividad para proteger la época de celo y cría.
Su posicionamiento geolocalizado permite analizar dónde duermen por el día, a qué lugares acuden con frecuencia y por cuáles se mueve por la noche para atrapar presas y comer carroña.
Movimientos sin fronteras
El área de movimientos es amplia y para ellos no existen fronteras, como los lobos del entorno de Ledesma, en Salamanca, que hacen incursiones puntuales a la comarca zamorana de Sayago en busca de presas entre la ganadería de ovino, según explican los técnicos.
Conocer la alimentación y depredación de estos ejemplares, los ritmos de actividad, los desplazamientos, la mortalidad natural y no natural de la especie o la eficacia de las medidas preventivas de las ganaderías frente a los ataques del lobo resulta fundamental a la hora de proteger al ganado amenazado.
Esos datos específicos se extraen de la información que ofrecen los collares con los movimientos diarios de cada ejemplar durante cerca de tres años, que es el tiempo que puede llegar a durar la batería del dispositivo.
El técnico de la Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León Adrián Bernal explica que el dispositivo para capturar al lobo para ponerle el GPS es el único que existe homologado en Europa y no genera daños sobre los ejemplares.
Respecto al collar propiamente dicho, este pesa unos 600 gramos, menos del tres por ciento del peso del mamífero al que se le pone, siempre de más de 20 kilos, para que no le suponga una molestia.
Unos ganaderos encuentran en el monte 36 ovejas atacadas por los lobos. / A. Rodrigo
Instalación
El procedimiento para colocar el instrumento de radio en el cuello del lobo es siempre el mismo. Cuando el ejemplar cae en la trampa atraído por el olor de la cadaverina, «se activa el protocolo, se avisa a veterinarios y a la guardería y en menos de dos horas estamos en el sitio con el animal dormido», destaca Bernal.
Ahí es cuando intervienen veterinarios como Nuria Foces, que explica que cuando llegan el animal se estresa porque no está acostumbrado a la presencia humana, aunque su reacción varía. «Muchos sienten miedo y su posición es simplemente estar tumbado y agazapado y otros tienen reacción agresiva e intentan atacar y morder», detalla.
Tras aplicarles el dardo tranquilizante, se toman muestras de heces, sangre y fluidos, se instala el collar y se les deja sueltos en el mismo lugar de la captura.
La iniciativa permitirá además analizar la sanidad de la especie ya que con las muestras se hará un estudio epidemiológico de las enfermedades en el medio silvestre, muy útil para prevenir y controlar otras dolencias que afectan al ganado.