Gran riesgo asumo al escribir estas letras de ser represaliado por fanáticos, pero no con violencia, como sucede cuando uno dice algo que molesta a radicales mahometanos, sino con degrado, veto y desdoro. Para algunos todo es blanco o negro y si no estás con ellos absolutamente, estás contra ellos. Pero la realidad está llena de matices y lo que parecía de un modo, puede ir cambiando.
No soy sospechoso de antisemitismo, tengo amigos judíos y recibí desde Jerusalén el Premio Internacional de Ensayo Samuel Toledano por un libro sobre Santob de Carrión (Shem Tov). Mi interés por la cultura judía y sus tradiciones ha sido grande, lo que no me impide ver los excesos criminales del estado de Israel contra los palestinos, invadidos y desplazados desde hace décadas por los judíos.
Al igual que ante las feminazis, cualquier crítica racional, aunque sea leve, lleva a expulsar, como un esputo, el adjetivo condenatorio («¡machista!»), también frente a la cuestión hebrea se suele dar una situación similar, de un lado u otro («¡sionista» o «islamista» y nazi o «antisemita»). O, simplemente, «¡judío!», tradicional insulto en nuestras sociedades que muestra un ancestral sentimiento xenófobo y racista.
Ahora, un juzgado ordena desde Buenos Aires a la Real Academia de la Lengua que retire «de inmediato» una acepción que el diccionario contempla sobre esta palabra: «5. adj. Dicho de una persona: Avariciosa o usurera. U. como ofensivo o discriminatorio. U. t. c. s.».
Que es un trato discriminatorio nadie lo niega. Pero los diccionarios no dicen lo que ha de ser sino lo que es, y se sigue usando de ese modo, lamentablemente en muchos lugares del globo en que hablamos con la lengua que cantaba ya, de modo poco sionista, Mio Cid. Algunos leguleyos y jueces se imaginan que cambiando las normas del lenguaje se cambia la realidad y no es verdad, donde hay que operar es en educar la sociedad. La actual guerra, con miles de niños mutilados o asesinados por bombas judías, no ayuda. La Academia describe cómo se usa el lenguaje español en diversos contextos, para poder entenderlo. El diccionario es un espejo. Racismo o xenofobia dependen de nuestra sociedad y escuelas, no de letras. El juzgado exigió que se bloqueara por Internet esta definición con censura buenista o puritana, pero esto no cambia la realidad y, aunque esta cambiase a mejor y ese término no se emplease ya más, convendría dejarlo como una acepción usada en el pasado, para entender los libros y escritos que en la historia quedaron. Es inútil y patética tal restricción de la libertad, pues es censura con nuevo estilo inquisitorial, que pretende cambiar lo que ya fue, como hicieron los soviéticos con Stalin o como describe tan claramente Orwell en 1984.
Los míticos cedros del Líbano, mientras, son «salomónicamente» bombardeados.