El día de Reyes, como otros muchos, es muy socorrido para construir metáforas. Y también para demostrar que se puede ser de todo, menos creativo. Por ejemplo, es muy recurrente para, lejos de toda originalidad, plantear: ¿qué traerán Melchor, Gaspar y Baltasar a tal político? ¿Le dejarán carbón? También es muy habitual aprovechar la efeméride para pedir en la carta un listado de proyectos, siempre los mismos, infraestructuras, sanidad y cobertura tecnológica, para esta provincia que agoniza. Lo de la provincia que agoniza es de las expresiones que más hemos leído a lo largo de las décadas. No he visto agonía más larga. Se supone que la agonía es el estado que precede a la muerte. Pues ahí seguimos con la agonía a vueltas de esta provincia que no acaba de morir. Ya he perdido la cuenta de los años, así que agonía no debe ser, será otra cosa como una enfermedad crónica o algo así.
Precisamente, ayer estaba reflexionando sobre esto mientras hacía cola, kilométrica, en una tienda de ropa, cuando, sin poder evitarlo, las dos adolescentes que esperaban delante de mí, hablaban de los regalos que habían elegido en esa tienda no para Reyes, sino para el amigo invisible que habían organizado en la pandilla (ya no sé si se utiliza el término pandilla). Las dos habían elegido el mismo regalo para sus dos amigas invisibles del mismo grupo. Que me imaginé el momento del intercambio de regalos y, ¡oh sorpresa!, todas se habían regalado a todas lo mismo, porque parece que se han uniformado. Las dos llevaban el mismo abrigo negro depaño, los mismos pantalones negros, los mismos botines negros, el mismo bolsito bandolera con cadenita cruzado de lado a lado y la misma melena larga, lacia, rubia oscura con algunos matices más claros. Tremendo lo de la identidad y personalidad inexistente de los adolescentes. Para colmo, una de las dos saltó, de repente, cuando ya llegábamos a la caja después de veinte minutos de espera, a mí me hubiera gustado que me tocara Sofía, que da igual lo que le regales, todo le parece bien.
Lo del amigo invisible se ha extendido a la velocidad de la pandemia. Y lo curioso es que ya no se organiza uno soloen Nochebuena con los familiares para ahorrar gastos que fue el origen de este intercambio de regalos. Ahora se hacen tropecientos: con la gente del gimnasio, con el grupo de amigos, con los compañeros del trabajo y así hasta el infinito. Una tradición nueva que se suma a esa tendencia de hacer las cosas porque las hacen los demás, sin criterio, comprando, como estas dos chicas, al tun tun. Para mí, hacer un regalo, en cualquier momento y época del año, es otra cosa. Es una demostración de amor y de cariño, porque conoces a la otra persona y quieres hacerle feliz. Lo del amigo invisible es otra imposición navideñaque nos han colado, un juego frívolo, no es un gesto de amistad o de amor.