La Princesa Leonor, heredera de la Corona de España y futura jefa de Estado, cumplió ayer con el mandato constitucional de jurar cumplir y hacer cumplir, ambos principios de enorme trascendencia, los preceptos de la Carta Magna, el texto sobre el que España ha construido el periodo de mayor crecimiento y conquista de derechos y libertades de toda su historia. Lo hizo, es sabido, coincidiendo con su mayoría de edad y bajo el escrutinio de un Congreso que es de facto la residencia de la democracia participativa española. De nuestra monarquía parlamentaria.
Cumplir y hacer cumplir. Son las dos formulaciones nucleares del acto de ayer, ya histórico, en una coyuntura política como la actual. La futura Reina de España, la primera desde Isabel II, acató el protocolo de la jura con la plena conciencia de lo que implica. En primer término, cumplir. Ponerse al servicio de los españoles, aceptar las reglas del juego constitucional y situar el progreso del país y de sus ciudadanos por encima de cualquier otra tentación. Hacer cumplir. En su condición de futura jefa de Estado, la Princesa de Asturias sabe que la Corona actúa en guarda y custodia de la unidad de España, tradicionalmente erosionada por fuerzas contrarias a la Constitución, cuando no directamente antisistema, y ahora puesta en riesgo por enjuagues políticos que conculcan todos los principios de igualdad, separación de poderes e interés público. Tanto Leonor de Borbón como su padre, el Rey Felipe VI, que intervino en el acto celebrado tras la jura en el Palacio Real, abundaron en el hecho irrefutable de que la Constitución es la clave de bóveda del progreso de España y de su vertiginosa y exitosa transición del blanco y negro al liderazgo del siglo XXI. Y esa es la imagen que transmitió la futura Reina. Un discurso en color frente a la caspa que rezuma el boicot del acto programado de las fuerzas secesionistas, todas aliadas de Pedro Sánchez en su irrefrenable escalada por permanecer en el poder, cualquiera que sea el precio que eso tenga.
La jura de la Constitución es un hecho histórico en sí mismo de cuya trascendencia dará testimonio el futuro, pero sucede, además, en un contexto que amplifica su significado y refuerza los cimientos del sistema frente a los temblores de un Ejecutivo cada día más cautivo de elementos patógenos. Dijo el presidente del Gobierno en funciones que la Princesa de Asturias puede contar con la lealtad y el respeto del Ejecutivo: un discurso muy propio de Sánchez, pues contradice por la vía de los hechos aquello que viene a proclamar. Menos de 24 horas antes de la jura, Sánchez envió a su número 3 a Bélgica a rendir pleitesía a un fugado que intentó dinamitar la unidad de España, quebró la concordia constitucional y firma comunicados en los que se compromete con la insurrección y la destrucción de los preceptos constitucionales. Exactamente igual que tres de los ministros de su gobierno.
Enfrente, una Corona firme que mira al futuro, se sabe garante de la igualdad de los españoles y cierra filas en torno al cimiento de la España actual. El Rey, mesurado y certero, citó a los padres constituyentes para recordar que la Carta Magna se hizo «entre todos y para todos». A eso está llamada Leonor, a ser una Reina de todos y para todos.