El presidente manchego ha iniciado el año levantando la voz. En el discurso con el que ponía fin al 2023 para emprender la andadura del 2024, ha lanzado un grito reivindicativo, que puede quedarse en nada si en el futuro inmediato no demuestra con hechos su disposición a defender la idea de que "no puede ser que en este país solo hablen unos", un país con unidad e igualdad de todos.
Emiliano García Page lleva tiempo expresando su disconformidad con las políticas que impone Pedro Sánchez, que no ha dudado en asociarse con aquellos de los que abjuró, defender causas que prometió jamás defender, y establecer alianzas con partidos que consideraba abominables. Bien. El problema para Page, y para infinidad de socialistas que piensan como él, es que su disconformidad se reduce a palabras, lo que provoca profunda decepción porque esas palabras críticas al gobierno no van acompañadas del obligado coraje para enfrentarse a un personaje que lleva a España y a los españoles a un auténtico infierno.
Los incondicionales del sanchismo no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta, de que efectivamente este presidente nos lleva al peor de los escenarios, se creen la falacia de que no ha habido gobierno con mayor compromiso social. Su compromiso social consiste en construir un país subvencionado hasta límites inaceptables, sin más objetivo que callar bocas agradecidas al cheque mensual, sin aceptar que el futuro se labra a través del trabajo. Y ese capítulo, el del trabajo, el sanchismo no lo contempla ni lo contemplará, no le interesa.
No ha tomado una sola medida que permita abandonar la lista de los países europeos con mayor índice de desempleo, el mayor en desempleo de jóvenes. Con toda una generación desesperada porque no cuenta con trabajo estable y por tanto no puede diseñar un proyecto de vida propia, sin posibilidad de alquilar no ya un estudio, sino una habitación en casa ajena.
Se advierte en infinidad de socialistas una indignación y tristeza infinitas por la situación, pero no mueven un dedo para impedir que el sanchismo se apodere de sus siglas, su historia y sus compromisos. Prefieren perder la dignidad callando cuando Sánchez promueve lo que prometieron jamás aceptar, y así les hace pasar por mentirosos y personas sin palabra. Con las tragaderas más grandes que se han visto en la política española, por miedo a perder prebendas y privilegios. Un ministerio, un escaño, la presidencia de entidades comodín que se ofrecen a los que no apenas tienen nada que aportar, excepto su relación personal con el Gran Jefe: el Consejo Superior de Deportes, Paradores, Correos, o alguna embajada, lugares en los que acumulan importantes fracasos.
Tiene razón García Page cuando dice que algo hay que hacer, pero ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿El propio presidente manchego? Pocos socialistas hay ahora con el arrojo suficiente para enfrentarse a un personaje cuyo principal objetivo es Moncloa y la demolición de la España constitucional.