Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


Adiós al campo

11/02/2024

La contradicción entre los necios emerge de modo permanente, pues sus argumentos se enmarañan y en el lío se atan a las torpezas que elaboraron, como quien hiciera una red quedando atrapado por ella al no saber cómo tejerla. Así pasa con la pandilla de cretinos que habitan los despachos de la Comunidad Europea, en Bruselas, o del Gobierno de España, pagados con nuestros sueldos: bien se ocupan en extorsionarnos con impuestos. Muchos de estos gestores son gentecilla de ciudad que apenas vio alguna vez, en la libre campiña, a un pájaro volar.
Fue patente y abominable contemplar cómo desde la Unión Europea se animó a arrancar vides y olivos para luego observar, años después, que convenía plantarlos. Un árbol que tarda años en ser fecundo se talaba de modo estúpido. También los sistemas de subvenciones bailaron de modo desenfrenado, con mala leche, entre vacas, con mil normas que aplastaron la vida antes sencilla del campo. ¿Acaso leyeron Las bucólicas de Virgilio? No. El Imperio Romano descubrió que si no se cuidaba la vida agraria todo podía tambalearse. No se puede habitar solo en el lujo acumulando personas en la urbe y ahí es donde nosotros, repitiendo errores, nos estamos asentando. ¿Comeremos las flores de los jardines cuando la hambruna llegue?
Hace muchos años que se quejan con gran razón agricultores y ganadores de que hay mil leyes que no les dejan apenas trabajar, que lo que producen, a precios irrisorios luego los distribuidores, especuladores, lo venden a precios monstruosos, en comparación. Los gobiernos, necios, nada hacen, impotentes. Se quejan de que se les exige una burocracia interminable y estúpida, tienen razón: dejen los ministerios de perseguirles con controles idiotas, cuando luego importan aceite o fresa y otras viandas desde otros países, como Marruecos, sin control alguno y a precios más bajos: injusto. O todos jugamos con la misma baraja o se rompe el juego y empieza la algarada.
No compensa cultivar o criar ganados mientras se paga para que aumenten osos y lobos. Los hijos del campo huyen a las ciudades pues ya no pueden mantenerse en los pueblos y la despoblación crece. Los tecnócratas abstractos quieren eliminar los combustibles de los tractores, pero no ayudan o pagan los nuevos con que puedan sustituirlos. Antes unas pocas hectáreas alimentaban a varias familias. Ahora muchas hectáreas apenas permiten sostener a una pareja. Impuestos, costes crecientes y una maraña normativa muchas veces estúpida parecen querer destruir a los pequeños productores. Cada vez se nos prohíben más cosas, amparados en supuestos y exagerados criterios «higiénicos» o de otra índole.
La aporía emerge, pues en los actuales pasillos gubernamentales muchos necios pululan con hermosas consignas ecologistas y dicen amar la naturaleza, pero la están matando.
Un ejército de labriegos cabalgando tractores se levantó para protestar contra un gobierno de contradicciones.