Sorianos en el epicentro de la DANA

Sonia Almoguera / Ana Pilar Latorre
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Gerardo y Gustavo, desde Catarroja, y Héctor, desde Paiporta, reviven los momentos más duros en los que la fuerza del agua se llevó por delante numerosas vidas, edificios y negocios

Sorianos en el epicentro de la DANA

«Las cosas se arreglan. La vida no». Gerardo del Río lo dice entre lágrimas mientras carga su teléfono móvil en la casa de su amigo Gustavo, también soriano. En su domicilio no tiene luz. Ni agua. Vivir en Catarroja, una de las localidades más afectadas por la DANA en la provincia de Valencia, es ahora un ejercicio de supervivencia en un escenario dantesco con «montañas de coches» destrozados por las calles y toneladas de lodo que las hacen intransitables. Todos se ayudan como pueden y los sorianos residentes allí han creado una red de apoyo y colaboración mutua. «Todos estamos buscando la ayuda de amigos y familia porque esto va para rato», señala emocionado. Todos, en mayor o en menor medida, se han visto sacudidos por la DANA, un 'tsunami' que ha dejado a su paso desolación, graves daños materiales y pérdidas humanas irreparables.

Desde que el martes 29 de octubre a las 19.00 horas recibió el aviso de un vecino para que sacara su vehículo del garaje, la vida de Gerardo tal como la conocía hasta entonces ha dado un vuelco trágico. Piensa con dolor y angustia en los vecinos cuyos cuerpos aún yacían el jueves en el interior del garaje de su edificio. La tromba de agua les alcanzó dentro. Cuando Gerardo sacó su vehículo de allí, el agua cubría ya las ruedas en la calle. Sólo un instante antes, «lo que tardé en bajar», había mirado por la ventana de su cuarto piso. La lluvia «no cubría aún ni la acera». Logró llegar hasta un descampado que se encuentra en un lugar elevado y dejar el coche a resguardo. Regresar de nuevo a su casa fue angustioso. «Volvimos tres vecinos agarrados los tres por los brazos con el agua ya por la cintura», relata. 

La riada alcanzó el 1,5 metros de altura en su edificio, pero rebasó los dos metros sólo dos manzanas más lejos, en la calle en la que se encontraban su expareja y su hijo. Ellos, afortunadamente, están también bien. El coche de ella, destrozado.

En pocas horas el agua dio paso a un escenario aún peor. Un manto de lodo cubrió todo a partir de las 3.00 horas. «Hay calles que tienen 1,5 metros de barro», afirma. 

La calma aporta sólo un respiro en una terrible situación de tensión sostenida. En su caso, sin electricidad en casa, lleva días comiendo a base de bocadillos. Pero las reservas de alimentos se agotan. «Vamos a intentar coger mi coche para ir a Valencia para comprar algo», añade con la voz quebrada. Las oleadas de solidaridad que comienzan a organizarse desde Soria para ayudar a los damnificados con recogida de productos de primera necesidad le emocionan. 

Otro de los sorianos afectados es Gustavo Álvarez, que también vive en Catarroja. En su caso, el agua ha destrozado el negocio al que él y su mujer han dedicado los últimos 13 años de su vida, la academia de idiomas Comment English. «Aquí ha sido terrible», subraya explicando que en torno a las seis de la tarde del pasado martes acudió al negocio porque le avisaron de que «la cosa se estaba poniendo fea» y, de camino a su casa, cuando les quedaban 50 de 300 metros, el nivel del agua comenzó a subir en la calle y poco después en el local.

Tras abandonarlo, junto a su esposa, profesores, alumnos y gente que se unió en la calle, decidieron subir a un descampado en un alto donde hay una villa romana, «un coche se llevó la valla y pudimos acceder». Allí permanecieron hasta las dos de la mañana, contactando con sus familiares y avisando a Emergencias, aunque les comunicaban que había situaciones más graves. Finalmente, con el agua hasta la cintura y entre los coches que ésta arrastraba, decidieron ir a su casa, donde pasaron la noche doce personas. Ellos viven en el primer piso y la vivienda de abajo ha quedado totalmente destrozada.

Pasaron momentos muy duros, arriesgando sus vidas, pero los días de después también lo están siendo, sobre todo por la pérdidas de vidas humanas. Este jueves, en el edificio de enfrente de su negocio, la UME trabajaba para rescatar varios cuerpos de personas que habían quedado atrapadas en sus coches en los garajes. Gustavo no olvidará esas imágenes dantescas, con coches amontonados en las calles que llegan hasta la segunda planta de un edificio. Las alertas de móvil las recibieron "tarde", a las ocho, «pero a las seis ya se veía lo que podía pasar...».

En su academia el agua se ha llevado todo por delante: paredes, mobiliario, ordenadores, dispositivos digitales... Se puede ver en las fotos y en los vídeos que nos envía, un escenario desolador lleno de barro, cristales y otros materiales de local. También han perdido el vehículo, que habían dejado en el garaje de casa. «Ayer [por el miércoles] a las siete de la tarde no había ya nadie en la calle, nos juntamos a hablar con los vecinos un poco en el rellano pero enseguida entramos a casa», apuntaba sobre la dureza de la situación que están viviendo y la entereza que requiere.

Este jueves lo que más les preocupaba, además de las pérdidas humanas de amigos y conocidos, era poder contar con agua, así que con Gerardo, que sí salvó su coche, planeaban viajar hasta Valencia para hacerse con garrafas y algo de comida que no requiera preparación, porque no pueden cocinar al no haber electricidad. «En estas situaciones ves del ser humano lo mejor, por las numerosas muestras de solidaridad, y lo peor, porque se están vandalizando comercios y viviendas en momentos tan difíciles», reflexiona Gustavo, otro de los fundadores de la Casa de Soria en Valencia.

Epicentro de la tragedia. Desde Paiporta, el epicentro de la tragedia, Héctor García no tiene palabras para describir los efectos de la DANA y las pérdidas humanas en este municipio, donde se sigue buscando incansablemente a desaparecidos. En su vivienda unifamiliar se ha inundado el garaje, destrozando el coche que tenía desde hacía tres meses, y la planta baja, donde se encuentra la cocina y donde el agua y el fango llegaron hasta las rodillas, «está todo para tirar». «Las calles eran ríos, al principio con poca agua, e hicimos barreras en la cochera. Pero enseguida se desbordó y se reventó la puerta, entrando en la casa. En la calle el agua llegó hasta 2,20 metros de agua», describe. Ellos se refugiaron en la primera planta «preparándonos para lo que venía porque el agua subía y por mucho que taponáramos las entradas la presión las reventaba». 

«Veíamos las riadas de coches y en otra zona de Paiporta la gente estaba atrapada en los árboles y en las farolas», relata todavía muy impresionado. «No se avisó con tiempo, de que a las cuatro o cinco con todo el mundo estuviera en casa, alertar independientemente del color político», lamenta, «la gente que quiso salvar lo material acabó muriendo». «Ha habido muchos fallecidos y gente que se salvó de milagro», añade. El jueves por la tarde se había desplazado a Valencia a por agua y comida, pero volvió enseguida porque «están entrando a robar en las casas, es lamentable...».

Marcial Tundidor, soriano afincado en Picassent, se sumará a las acciones solidarias de la Casa de Soria en Valencia. En su caso, tan solo han perdido el coche de su hijo, que se llevó la riada en un barranco en Catarroja. Insiste, como otros sorianos, en la falta de previsión ante esta catástrofe natural. «Por la tarde fui a comprar y llovía un poco, pero lo peor han sido las riadas y lo que ha arrastrado la fuerza del agua», comenta.

impotencia. Para el presidente de la Casa de Soria en Valencia, David Berrojo, lo vivido se asemeja a una película de terror que se ha hecho realidad. Las primeras horas fueron terribles hasta poder contactar con amigos y sorianos que residen en las zonas afectadas. «Que no haya nadie conocido entre las víctimas mortales es un descanso», confiesa Berrojo. Ahora, días después de las grandes riadas que han devastado localidades enteras de la provincia valenciana lo que siente es impotencia. «Si se pudiera, yo iría a ayudarles esta misma tarde», indica. Pero la realidad es que muchas poblaciones se encuentran incomunicadas vía terrestre. Las carreteras y las líneas de tren de Cercanías están bloqueadas y «parece que van a tardar semanas», explica desde la capital del Turia. En este sentido clama por que no sólo la UME (Unidad Militar de Emergencias), «que venga el ejército entero», pide emocionado. Garajes totalmente inundados, calles intransitables por el lodo, los sedimentos arrastrados y cientos de coches empotrados unos contra otros, casas y negocios destruidos componen un paisaje totalmente apocalíptico y desolador. Desde la Casa de Soria en Valencia se han propuesto como objetivo que los sorianos «no se sientan solos» en estos momentos en los que «psicológicamente estás agobiado».

Por su parte, José Antonio Santos, transportista de Soria, se libró de la DANA por unas horas. Descargó en Alcira por la mañana y ya estaba lloviendo mucho, lo que presagiaba lo que pasaría después. «Parecía el fin del mundo», aseguraba a El Día de Soria comentando que salió de allí hacia Soria en torno a las dos de la tarde. Para entonces, en la A-7 ya se estaban cortando algunas salidas por las dificultades de acceso a algunas poblaciones por inundaciones y, además, se habían registrado atascos y algún accidente. «Aún con el trauma de la experiencia de haber salvado la vida, la gente todavía ayuda, limpia el barro, hace lo que puede». Así lo cuenta la periodista soriana Marina Ribel, que ha cubierto la tragedia para Televisión Española. Ribel asegura que no hay palabras para describir lo que ha visto. «Está todo arrasado». El jueves pudo por fin entrar a zonas que hasta ahora habían quedado incomunicadas en localidades como Alfafar o Catarroja. «Entramos a la vez que mucha gente que vivía en otras zonas. Lloraban, se abrazaban», describe. «Todos nos decían: 'Por favor, que venga la UME'. La magnitud de la tragedia es tal que están superados», concluye.

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