De un tiempo a esta parte a los políticos se les ha llenado la boca de talento. No es que ellos lo tengan, lo reivindican como recurso al alza. Te das una vuelta por los medios de comunicación y te das de bruces con el talento: Talento y mujer, Educación y talento, ¿Talento o IA?, Talento para el futuro, Cómo gestionar el Talento. Así hasta que te encuentras con su máxima expresión: El Plan Integral de Talento Castilla y León 2024-2027. Lo abandera el Consejero de la Presidencia, Luis Miguel González Gago, que recorre toda la Comunidad repitiendo la misma frase que se ha tatuado en sus neuronas: «Hay razones objetivas para señalar que en Castilla y León hay mucho talento». De forma paralela a ese mantra machacón que repite allá donde va, se adjudican las plazas MIR. El dato de las preferencias se convierte en un bofetón con la mano abierta para la Junta: sólo 27 de los 900 mejores MIR eligen Castilla y León, el 3 por ciento. Es decir, los mejores médicos no quieren quedarse en Castilla y León. No es que los talentosos nuevos médicos foráneos no elijan esta tierra, es que ni siquiera lo hacen los autóctonos. Ahora que Mañueco ha puesto de moda la RAE, en detrimento de la Real Academia de la Historia, echaremos mano de ella para buscar la definición de talento: 1. inteligencia (capacidad de entender). 2. aptitud (capacidad para el desempeño o ejercicio de una ocupación). 3. Persona inteligente o apta para determinada ocupación. ¿Cómo se mide ese talento en sus tres acepciones? ¿Con el Coeficiente Intelectual? ¿Con los beneficios de los empresarios que se marchan de Castilla y León espantados por la crispación que se respira desde hace dos años? ¿Con los resultados de unas elecciones municipales, autonómicas, generales?
Yo, que soy más intuitiva que racional, siempre había identificado el talento con cuestiones más artísticas que intelectuales. A mí un talento me parece Lola Flores con su «si me queréis, irse». O García Márquez con la primera frase de Cien años de soledad: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». O Gene Kelly pateando charcos y cantando bajo la lluvia. Talento me parece, por ejemplo, el de Javier Pérez Andújar en sus columnas de opinión. También eran talentos aquellos prodigios que aparecían en esos programas de la tele de los 80 y los 90 como ¡Esto es increíble! o ¿Qué apostamos? Programas en los que un niño de apenas tres años conocía todos los nombres y características de los dinosaurios, un hombre calculaba operaciones matemáticas mentalmente en segundos, una chica hablaba al revés, un señor partía frutos secos con el trasero y otro colocaba una bombilla en su soporte con la pala de una excavadora. Eso sí que era talento.