Por primera vez en la historia de LaLiga se conoce el nombre de los ocho primeros clasificados y de los tres últimos antes de que se dispute la última jornada. Nos quedan 10 amistosos. Y no hay nada más lamentable que un amistoso a final de curso: los de pretemporada, al menos, tienen el aliciente de ver a los nuevos, retomar la actividad, tomarle el pulso a la competición, ponerte en forma tras las vacaciones, qué sé yo… Pero, ¿este fin de semana? Futbolistas con todo hecho, objetivos cumplidos o sin cumplir, los del Real Madrid evitando lesiones, los internacionales (con Eurocopa y Copa América) sin meter la patita, jugadores haciendo las maletas… no descarten que alguno salga a jugar en bermudas o con la gorrita hacia atrás.
El fútbol es un deporte objetivamente aburrido si no hubiese detrás pasión y entrega casi enfermiza a unos colores. La explicación a su éxito global no radica en el espectáculo, sino en las emociones que genera… y para que haya emoción y pasión y entrega enfermiza tiene que haber detrás un objetivo, llámale avanzar de eliminatoria, puntos decisivos, una permanencia o un ascenso en juego o cualquier otra cosa que distinga un partido oficial de un amistoso.
Si en estas latitudes repartiésemos el dinero 'a la inglesa', todavía habría millones y prestigio por jugarse, pero la diferencia entre ser 13º o 12º, en España, apenas representan 850.000 euros. Un buen pellizco o un plan de media vida para cualquier mortal, pero una cantidad insignificante para una entidad de fútbol de élite.
Y con eso nos quedamos: 90 minutos para despedirnos. Una jornada que sobra. «Son profesionales», dicen algunos para esperanzarse. Pero es que ya lo hicieron todo.