Si alguna ventaja tiene para un periodista hacerse mayor y sobre todo estar jubilado, es que, de repente tiene capacidad para opinar abiertamente sin que le importe un pimiento la censura de su empresa, o la  de quienes pudieran presionarla y menos aún las críticas que le podrían llegar de los innumerables grupos sociales,  políticos y sindicales, entre otros, que establecen de manera cíclica sus criterios de catalogación de los seres humanos en función de lo que piensan y sobre todo de lo que expresan abiertamente.
La catástrofe de la DANA, Depresión Aislada en Niveles Altos, que ha hecho tanto daño en la comunidad  Valenciana y alrededores, ha puesto de manifiesto que el Estado de la Autonomías es tan artificial como inútil. Imagino que lo que acabo de expresar es tan sacrílego como afirmar que el 'feminismo' es el reconocimiento de la igualdad de sexos y no la imitación de la supremacía de los machos alfa, beta y gamma, pero al revés. La citada catástrofe evidencia que nuestra mediocre clase política, antes de ponerse a resolver con urgencia las necesidades más perentorias, se dedica a especular con los errores de los otros para hundirlos en el barro, y nunca mejor dicho, de cara a próximos comicios. Es lo que tienen las autonomías. Cada uno a su bola. A un republicano irredento, como un servidor, que no entiende cómo una sociedad avanzada sigue elevando a la categoría de Jefe del Estado a un Borbón, sólo por derechos de sangre, le deberían salir sarpullidos al decir lo que ahora afirmaré. Felipe VI superó ampliamente en dignidad a Sánchez y Mazón, hace unos días en el escenario de la catástrofe valenciana.
Pero no quisiera dispersarme. Hoy me toca poner sobre la mesa al Estado fallido que, por conformar a todos, no ha hecho más que perjudicar a los más frágiles de la geografía nacional. España es un mercadillo en el que con todo se comercia y se paga la mercancía con votos. Los que tenemos la cartera canina, porque somos pocos 'pintamos menos que la Tomasa en los títeres'. No sé si ustedes lo ven o no, pero les sugiero que imaginen que el chaparrón apocalíptico del que hablamos hubiera caído en Soria. Menos afectados, pocos votos y habría venido, eso seguro, la Directora General de Protección Civil, Virginia Barcones, Berlanguesa ella y por tanto Soriana, en representación del Gobierno. A lo mejor pasaba por aquí, ahora que está en minoría el inútil de Mañueco, pero el que seguro que no daban la cara eran Sánchez y Feijoó. Son demasiado guapos para que se la partan, y tan ignorantes que desconocen que, en esta tierra somos gente de paz aunque, ahora que lo pienso, puede que no andemos muy sobrados de paciencia.