Aunque llevamos ya varios días inmersos en el Festival de las Ánimas, es este fin de semana cuando su esencia se viste de gala y podemos disfrutar, sorianos y visitantes, de una particular fiesta que recupera uno de los momentos más entrañables del año. A nadie se le escapa que la influencia americana ha hecho estragos en nuestra cultura, apartando el que siempre había sido Día de Todos los Santos, con su correspondiente Noche de Difuntos, por una fiesta en la que la sangre y el terror se imponen a todo lo demás.
La cultura de la muerte ha sido de vital importancia en nuestra tierra, hasta tal punto que buena parte de esta servía para explicar y entender la propia vida; por eso durante estos días es importante ese acercamiento a nuestros antepasados. De ahí que la oscuridad de los cementerios desaparecía gracias al colorido de las flores que las familias llevaban a sus familiares.
Los cuentos y relatos sobre difuntos y ánimas llenaban nuestra infancia hasta tal punto que nos resultaba de lo más normal pensar que los muertos abandonaban durante la noche del 31 de octubre sus tumbas para interactuar con los vivos. Muchas fueron las noches en las que en un intento de demostrar nuestro valor acudíamos a las paredes del cementerio con un pavor que difícilmente logramos no quedase demostrado.
Fruto de esos cuentos al calor de la lumbre existen tantas leyendas como pueblos hay en nuestra provincia, muchas con notables similitudes, pero cada una con las particularidades propias de cada lugar. Viajeros románticos como los hermanos Bécquer sucumbieron a dichas leyendas, de ahí nacieron buena parte de las escritas por Gustavo Adolfo. Sin duda alguna la más representativa de aquellas es El Monte de las Ánimas, lugar y leyenda que gracias al escritor quedaron universalizados y forman parte importante de la cultura española.
Por eso es de agradecer que año a año, y ya van treinta y nueve, los Amigos de las Ánimas se vuelquen en construir un espacio que ya forma parte de los sorianos. Es cierto que es una fiesta que evoluciona y, como tal, se encuentra con partidarios y detractores, posiblemente todos tengan motivos suficientes, pero a nadie se le debe olvidar que La Fiesta de las Ánimas vuelve a poner a Soria, y su provincia, en el mapa y que unida a otras muchas actividades que el otoño nos regala conforman un espacio que atrae a muchos visitantes.
Carreras, lecturas, visitas, juegos, concursos, ambientaciones y desfiles, conforman un evento cultural de primer orden que ha logrado traspasar fronteras de la mano de la literatura, de ese «romanticismo» que desborda a cada uno de los cientos de colaboradores que logran que estos días nuestra capital tenga un brillo especial. Por no mencionar aquellas personas, destacadas en su profesión, que seducidos por el Festival de las Ánimas no dudan en acudir a participar en él.
Por supuesto que hay cosas que mejorar y seguro que hay gente que prefiere la idea primigenia de la etapa inicial, pero es ahora cuando se demuestra que la cultura debe abrirse a la sociedad, para que todos puedan participar, en mayor o menor medida, de ésta. Para que cada año sean más las personas que sientan el Festival como propio, que cada rincón de la ciudad se sienta partícipe, recogiendo las inquietudes de aquellos que quieran aportar algo.