César Millán

César Millán


Gentes del Líbano

06/10/2024

Cualquiera que conozca un poco el Líbano, su historia más reciente, tendrá la sensación de estar viviendo la eterna pesadilla que azota a este pequeño país de Oriente Medio. La que fuera conocida como la 'Suiza de Oriente Próximo' es apenas una sombra de lo que fue hasta mediados de los años 70 del siglo pasado; azotado por luchas internas y externas, su población no ha dejado de sufrir el horror de la guerra desde entonces. Aquella guerra civil duró quince años, y las continuas atrocidades cometidas por ambos bandos, cristianos maronitas y musulmanes, acabó con una estabilidad de dos décadas. A partir de ahí Israel, la guerrilla de la OLP primero y la milicia de Hezbolá más tarde, y Siria después, llevaron al pueblo libanés y a los miles de desplazados de Palestina y Siria a una situación dramática de la que tardaron en recuperarse.
A principios de este siglo, en 2006, el Líbano parecía recuperado, con un Beirut restaurado que veía como los negocios y los turistas volvían a sus calles, pero de nuevo la guerra entre Israel y Hezbolá, además de las numerosas bajas civiles, destrozaba las infraestructuras del país. La población libanesa, de nuevo, tenía que superar la adversidad y a pesar de los continuos problemas de gobierno, la crisis económica que les asolaba, con carencia de muchos productos básicos y sin apenas energía (los combustibles y la electricidad escasean hasta el punto de que ésta apenas llega a los hogares de los libaneses dos horas al día y tienen que usar transformadores portátiles que únicamente llegan a una mínima parte de la población). 
Y sin embargo la vida ha seguido fluyendo y en los rostros de los habitantes se observa una vitalidad y energía de la que parece carecemos los países occidentales. Beirut ha latido de nuevo sobreponiéndose a las adversidades como si estas hubiesen sucedido hace muchos años. Sin un ejército propio que merezca tal apelativo no ha podido evitar que el sur esté en su mayor parte en manos de las milicias de Hezbolá.
Así que era de esperar que el ejército de Israel, amparado en defenderse de los ataques de la milicia, lance una sangrienta ofensiva en suelo libanés. Las noticias se llenan de titulares en los que los ataques se dirigen a puntos clave del organigrama de Hezbolá; pero: ¿qué hay de la población civil? De aquellos que ven destrozados sus hogares, que se ven forzados a desplazarse, de sentir como si vida queda rota por que su tierra es el centro de operaciones de unos contendientes que vuelven a enarbolar sus banderas para olvidarse de ellos.
Que a nadie se le olvide que la mitad de la población del Líbano es cristiana y la otra mitad musulmana. Que antes de estos nuevos enfrentamientos vivían, o sobrevivían, en paz, tratando de llevar la vida de la mejor manera posible. Soportando crisis, carencias, pérdidas que a Occidente se nos antojan lejanas.
Por supuesto que en el país hay extremistas, como los hay en cualquier país de Europa, personas que colocan la religión y las banderas por encima del ser humano, que son capaces de empujar al resto al caos con tal de que sus ideas o creencias se sobrepongan a las demás. Pero la mayor parte de la población, como sucede en cualquier país del mundo, solo quiere vivir y ver crecer a los suyos.