Fin del 2024. Se abren todos los interrogantes sobre el año que se inicia, con una figura que centra las cábalas: Pedro Sánchez, presidente de gobierno durante los años más controvertidos, frustrantes, inquietantes e improductivos de toda la democracia.
La esperanza es lo último que se pierde, pero la capacidad de recuperación de Pedro Sánchez llena de melancolía a quienes sueñan con su desaparición de la vida política. Son multitud los españoles que todavía le tienen confianza, no se sabe si por ignorancia, por fanatismo o porque prefieren no saber. No leen, no escuchan, no quieren que nadie les impida cambiar de opinión; que nadie les quite la razón de defender a Sánchez pase lo que pase, haga lo que haga. Los periodistas poco profesionales asumen como credo "no dejes que la verdad te estropee un titular". Podría aplicarse a los sanchistas: no permitas que la verdad baje a Pedro Sánchez del pedestal en el que le has subido … aunque no merezca pedestal.
Nunca ha tenido España un gobernante que peor represente los valores ciudadanos, dicen los que miran hacia el 2025 con el ansia, la ya mencionada esperanza, de que acabe esta pesadilla. Los adictos al presidente -porque tiene adictos, abducidos- le defienden con el argumento de que cuenta con el respaldo mayoritario de los diputados. No les falta razón, pero habría que explicar a esos defensores a ultranza que es el primer jefe de gobierno en democracia que no ha ganado las elecciones; y que si ha conformado mayorías porque, también, es el primer jefe de gobierno en democracia que compra los apoyos. Con dinero contante y sonante, miles de millones de euros que cuestan las transferencias de competencias a los socios; además, con prebendas que rompen la igualdad entre españoles y que, con frecuencia, no concuerdan con el espíritu y la letra de la Constitución. Escollo que Sánchez ha salvado colocando al frente del TC a un magistrado de brillante carrera que, por desgracia, está perdiendo el brillo.
Para que el 2025 sea un año esperanzador, tienen que darse varias circunstancias: que Feijóo, el único que hoy podría ser relevo, cogiera el toro por los cuernos y diera un giro a su estrategia de oposición con un equipo que ofrezca confianza, no que sea el que mejor insulta y descalifica al adversario. Y, segundo, que algunos de los socios de Sánchez o diputados que se dicen socialistas se pongan firmes ante un presidente que no defiende, ni de lejos, los valores del PSOE. Ni los de antes ni los de ahora.
Porque hay que ser realistas: con la lentitud de la Justicia española y las maniobras legales para retrasar procedimientos abiertos que pondrían en una situación complicada al presidente, queda Sánchez para rato, para años. Porque, siguiendo con el realismo, es imposible ganar a quien no tiene principios. Siempre irá más allá de lo que pueda ir quien pretende ganarle.
Lo estamos viendo.
Ojalá nos equivoquemos y el 2025 eche abajo esas reflexiones.