Los gobiernos de coalición no son fáciles de gestionar. Las discrepancias internas resultan inevitables, de ahí que, en muchas ocasiones se pacten las discrepancias con tanto ahínco como los objetivos compartidos. Es en este contexto en el que, en principio, habría que situar la polémica entre la ministra de Trabajo y el ministro de Economía. Sin embargo, la polémica entre Díaz y Cuerpo deja entrever algunas otras cuestiones. La primera de ellas, y en lo que a las formas se refiere, la ministra de Trabajo ha ido mucho más allá de la pura discrepancia política, atribuyendo a su compañero de Gobierno casi falta de bondad o replicando sus palabras afirmar que es casi de mala persona negarse a la reducción de jornada.
Desgraciadamente, estamos acostumbrados a las descalificaciones que entre si se lanzan los políticos, pero atribuir maldad a un compañero de gabinete, hasta donde me alcanza la memoria, no lo había oído nunca. Realmente impresentable e innecesario, que califica más a quien le dice que al destinatario de semejante afirmación. Yolanda Díaz es más impulsiva que el ministro Cuerpo y gracias a la serenidad, e incluso elegancia, del ministro de Economía la cosa no ha ido a más pero la ministra de Trabajo tendrá que aminorar sus prisas porque este pulso lo va a ganar el responsable de Economía que, de la escuela de Nadia Calviño, quiere caminar sobre seguro y atendiendo a muchas circunstancias que para Díaz parecen irrelevantes.
Habrá que decir que si hay algún ministro que sabe de que va su cartera es precisamente Cuerpo. De este enfrentamiento protagonizado por Yolanda Díaz precisamente en unos momentos de crisis ya imposible de disimular de Sumar, será la ministra de Trabajo la que tendrá que asumir que ha jugado demasiado fuerte. Díaz se está jugando su futuro político y ha elegido mal momento y un adversario que no se va a poner nervioso y que, con el apoyo del Presidente del Gobierno, parece dispuesto a trabajar en una línea de mayor rigor y consenso. Nunca se le ha oído decir a Cuerpo que no esté de acuerdo con la reducción de jornada. Ocurre que su línea de actuación no es la de la ministra de Trabajo, que sí o sí está políticamente necesitada de esgrimir alguna bandera más.
No creo que haya nadie, ni en el Gobierno ni fuera de él, que se oponga a la reducción de jornada que, por otra parte, ya está vigente en muchas empresas, todas ellas grandes, pero el ministro de Economía conoce a la perfección la estructura económica de nuestro país y no está dispuesto a asumir riesgos que si se actúa con prudencia se pueden evitar o, por lo menos, paliar. Queda por preguntarse cómo es posible que una mujer como Yolanda Díaz continúa formando parte de un ejecutivo en el que cree que un compañero miente y además no está segura de que el PSOE esté por cumplir lo acordado. La pregunta es retórica, porque la ministra de Trabajo no está en condiciones de abandonar nada y mucho menos Sumar se puede permitir el lujo de perder foco. Podemos está a la espera. Lo sabe la ministra y lo sabe Sánchez, que a estas alturas no sabemos qué planes tiene para su socio, porque lo que es seguro es que alguno tiene.