"A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y el aire",
Jorge Luis Borges
Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Lo dice Borges.
Hoy elijo a quien sabe entretenerse en jugar con el distanciamiento de la realidad, constantemente en un juego con el tiempo que le permite mostrar y cuestionar las influencias de todos los momentos en cada momento.
Hoy me animo a invitar a Borges al centro de la escena de esta columna que intenta transitar algo más de los mensajes y planteos en las narraciones borgeanas.
Hoy aquí me inspiran en primer lugar las formas en que se relacionan las disciplinas en un espacio para generar empatía, construir significado y descifrar el universo de aquel adolescente que al iniciar su carrera literaria las calles de Buenos Aires -en la que nació el 24 de Agosto de 1899- ya decía que eran la entraña de su alma.
También unas meditaciones jusfilosóficas sobre las 'Ficciones' de Jorge Luis Borges -un homenaje en oportunidad de su fallecimiento el 14 de Junio de 1986 en Suiza- y una reciente obra sobre Borges y el Derecho.
Borges sostuvo la idea de la lectura como un acto creativo. El aura de su creación literaria se transforma en el acto de leer. Se dedicó a hacer y rehacer innumerables listas de autores y títulos. El criterio de conformación de su biblioteca estaba ligado al placer de la lectura y a la memoria de sus lecturas al margen de cronología o clasificaciones de cualquier tipo, junto a los textos que fueron esenciales, recorriendo las galerías y los palacios de la memoria, como escribió San Agustín.
La Ley y la Justicia habitan su universo inagotable, con ideas sobre el castigo, la atribución de autoría, la culpa, la absolución lisa y llana, el litigio, el juicio, la sentencia y las normas en medio de las formas de narrar las acciones, una práctica esencial en el mundo del Derecho que es parte de la realidad, llevando a reflexionar en torno a lecturas de la ley y el jurista ( un hombre de realidades) y a replicar cada detalle de las interpretaciones dinámicas de los textos normativos y las lógicas de una decisión.
Desde el mundo del Derecho es posible recurrir a sus relatos para recrear de distintos modos preguntas instaladas en el discurso jurídico, porque Borges también se vuelve una referencia para pensar el Derecho que aprendimos a asociar a dar a cada uno lo suyo y a poner fin a inequidades, cuando describe el sentido de una prisión injusta o la búsqueda de una racionalidad que permita entender las maneras en que juzgamos, reprochamos o perdonamos, tratando de comprender un mundo que en definitiva consiste en gran parte en gestionar conflictos en función de un núcleo de valores que la comunidad presuntamente comparte.
Asimismo, el autor de 'El Aleph' llega a mostrar la posibilidad de un infinito azar, rescatado como una liberación de la rutina. Entre filósofos del Derecho, y notas sobre su lenguaje, también emergen los merecimientos del despliegue de cierta utopía que trató de descubrirnos un cuentista brillante, y un lúcido ensayista de 'La Historia de la eternidad'. Un argentino impar que profesó su fervor por Buenos Aires.