César Millán

César Millán


Una ciudad angustiada por las obras

13/04/2024

No sé a ustedes, pero a mí siempre que hay obras a mi alrededor me da la sensación de que estas se eternizan una exageración. No hay nada más molesto que sentir golpes repetitivos en la casa de al lado y que parecen ampliarse en los momentos en que buscan tranquilidad, pero está claro que son acciones necesarias para mantener en perfecto estado los edificios. Pero claro, si a esto le sumas una ciudad en continua reestructuración, esa percepción se agrava y es más que probable que las molestias se tomen como una cuestión casi personal. Por supuesto que para arreglar las cosas, más en concreto una ciudad, hacen falta mucho trabajo y es más que comprensible que este se alargue en el tiempo, pero no podemos evitar pensar que todo se ralentiza en exceso. Sí, una vez acabados estos da gusto ver cómo han quedado las cosas, lo mismo que sucede en una casa, pero cuestan comprender los retrasos y los parones, comprobar cómo se comienzan trabajos en otros espacios cuando no se han acabado los iniciados anteriormente.
Ahora, además de las eternas obras de la travesía (o bulevar) de la avenida de Valladolid, se han sumado hace ya tiempo las de las rotondas, haciendo mucho más incómodo y lento el trasiego por muchas de las zonas de la ciudad. Zonas que son inevitables dado el trazado de una ciudad sin centro para los vehículos y que hace su paso obligatorio para aquellos que necesitan el transporte para realizar su trabajo.
Es cierto que quienes somos profanos en el ramo que nos ocupa vemos las cosas de distinta manera y que es más que probable que nos equivoquemos en cada una de nuestras apreciaciones, mas no deja de ser curioso como todos compartimos la misma idea, que falta personal a la hora de acometer cada tramo y que sería más cómodo (al menos para los ciudadanos) empezar y acabar cada uno.
Seguro que quienes realizan el trabajo nos señalarán que es más efectivo como se está haciendo, que de la otra forma se alargarían los tiempos y los costes, no lo sé, pero está claro que ahora está todo a medias y parece que las cosas van a un ralentí que desespera cada vez que te encuentras en un 'embotellamiento'. No hay que olvidar que a todos estos inconvenientes han que sumar nuestra falta de destreza, las prisas de unos y la mala educación de otros. Hasta tal punto que no es raro encontrar malas formas y nervios que antes parecían ajenos al circular de nuestra ciudad. Puede que de tanto acostumbrarnos a los semáforos (no todos, hay quien aún no distingue los colores rojo, verde y ámbar; los Stop y Ceda el Paso; ni las rayas continuas) que no manejamos con destreza las rotondas, ni sabemos dónde colocarnos, ni siquiera el uso del intermitente. Pero bueno, es cuestión de una educación al volante que, como tantas otras cosas, parece que se van sumiendo en un olvido que, no olvidemos, nos perjudica a todos.
Al menos tenemos el consuelo de creer que una vez concluyan las obras todo será más fácil y cómodo, que olvidaremos los inconvenientes (¡ójala sea antes del verano! Y quienes nos visiten no se lleven la mala impresión de una ciudad angustiada), aunque me temo que las obras continuarán por otro lado.